Llevaba varios minutos con la frente pegada a la pared y la incomodidad comenzaba a hacerse notar en la cintura. Cuando ya no bastó con cambiar el peso del cuerpo de una pierna a la otra, la resignación llegó en forma de suspiro, trayendo consigo la inevitable reflexión sobre los eventos y decisiones que me habían puesto nuevamente en esta situación.
Todo había comenzado dos semanas antes, con el inicio de la temporada de segundos parciales de cuatrimestre. El sistema de calificaciones era sencillo y metódico, dos parciales por cuatrimestre, se consideraba aprobado con la calificación de 4 o mayor a 4, si en ambos la calificación era 7 o mayor a 7, la materia se promocionaba y evitabas la siguiente instancia evaluativa, que era un examen final.
Estábamos en el mes de junio y los segundos parciales me respiraban en la nuca, si me organizaba diariamente y diagramaba un plan de estudio todo iría bien, mis técnicas de estudio eran sistemáticas y prolijas: leer, subrayar, resumir, realizar cuadros sinópticos para asociación de conceptos y finalmente repetir, repetir, repetir. Todo esto, en la teoría, porque en la práctica, me fallaba la percepción del tiempo, mi tendencia a la procastinación, la tentación de sucumbir a los placeres, y una mala gestión del orden de prioridades, hizo que las últimas dos semanas fueran un completo caos.
Para empezar, me falló la intuición, o me ganó la soberbia, las cosas siempre resultaban más sencillas en mi mente de lo que realmente eran, así que cuando finalmente me senté a leer y resumir, me llevé la sorpresa de que eran muchísimos textos y más largos y complejos de lo que recordaba. Tenía exactamente 75 horas antes del primero de 3 exámenes. No tuve tiempo de lamentar mi mala suerte, delegué todas las responsabilidades que pude, me alejé de todo tipo de distracción, y me propuse someter a mi cerebro a aprender todos los conocimientos necesarios para una calificación decente en tiempo record.
Podríamos decir que la receta de cafeína, taurina y azúcar para mantenerme despierta esas 75 horas, rindió sus frutos. Terminé amando a Alfredo Caraballeda por su visión tan clara y justa, y detestando profundamente al filósofo Jurgen Habermas por divagar, irse por las ramas y hablar en metáfora cuando yo no tenía tiempo de razonar e interpretar sus palabras. Aun así, ese Lunes 3 de Junio, tuve la gran satisfacción de aprobar el segundo parcial de Trabajo Social lll con un 8.
Había sometido a mi cerebro, cuerpo y espíritu a un gran estrés, y estos me lo cobraron con una disminución de funciones ejecutivas, dolor de cabeza y un humor de mil demonios, así que me regalé una siesta de 17 horas para compensar y a pesar de que aún no estaba repuesta del todo, me levanté a repetir la estrategia ya que tenía menos de 72 horas para el siguiente examen. Mi co–equiper se encargaba de alimentarme e hidratarme cuando llegaba de trabajar, y se ocupaba de que la casa y sus habitantes siguieran funcionando mientras yo hacia hiperfoco en legislación y el marco legal del trabajo social, constitución del leyes y regulación, se me iban mezclando protección de la infancia con derechos de género, políticas públicas con procedimientos administrativos de poblaciones vulnerables y ya era hora de otra ducha y otro café. Llegué al jueves a las 7 am completamente aturdida y con la sospecha de haber inventado alguna ley.
Leí las consignas del examen varias veces para asegurarme de comprenderlas bien antes de vaciar el contenido de mi cerebro en esas páginas, lo hice a consciencia para evitar mezclar los conceptos, los artículos y las regulaciones. Una vez que me quedé sin información para agregar, entregué y salí del aula arrastrando los pies, no tenía energía para quedarme a esperar que la profesora corrigiera. La calificación me llegaría al correo electrónico.
Lo siguiente de lo que tengo registro es de despertar el viernes con un fuerte dolor de cabeza y la sorpresa de haber perdido mi teléfono celular.
Nico se ocupó de comprar otro, mientras yo preparaba la primera comida casera en más de una semana, me disponía a organizar pendientes y descansar el resto del día. Tenía planeado comenzar a estudiar para el siguiente y último examen el sábado, pero por cosas de la vida ya era el domingo a la noche cuando le di mi atención a Ética profesional, acompañada de Gary Hopps y Elizabeth Regal, conocidas por sus textos absurdamente largos y aburridos, y las odié por eso. Solo ellas podían hacer tedioso un tema tan interesante como la ética profesional. También me odié un poquito, por mi tendente afición a estudiar bajo la presión de tener las horas contadas.
El lunes por la mañana, junto con mi nuevo teléfono, llegó también mi pobre calificación del parcial de legislación, un 6 escueto y sin demasiadas correcciones, pero con la invitación de presentarme al recuperatorio para tener la posibilidad de promocionar la materia (como si tuviera otra opción) –Pensé–
El baldazo de agua helada por no haber cumplido mis expectativas me dejo aturdida un buen rato, pero ni modo, no había tiempo de lamentarse. Cuando Nico me pregunto al respecto se limitó a responder –6… hmmm, ok, ahora no es momento de resolverlo, seguí estudiando para ética y no empeores las cosas.
Estaba difícil. Mi cerebro parecía empecinado en no cooperar, completamente reacio a recibir información y retenerla. De todos modos, no cambie mi estrategia de quedarme sentada como gárgola y consumir cafeína en cantidades industriales. No tenía otras opciones viables.
El miércoles, en total resignación, fui a rendir encomendándome a la buena fortuna y a mi capacidad de creatividad.
El profesor de ética, un hombre más bien bajito, panzón y con una calva muy mal disimulada, impartía sus clases con una pasión exagerada, pero era amable y pese que me distraían los pelos que le sobresalían de su nariz, disfrutaba escuchándolo hablar. Tenía voz agradable, que no iba a juego con su aspecto desprolijo.
Entregó los parciales deseándonos buena suerte y se sentó en su escritorio a mordisquear unas galletitas ruidosas que pronto llenaron de migas el lugar.
¡Poco ético el ruido y las migas –pensé– y por dios que se recorte esos pelos!!!
Poco ético el “justifique su respuesta” –Volví a pensar.
Respiré profundo un par de veces para concentrarme e hice lo mejor que pude con la información que había logrado retener, otro poco que recordaba de las clases, y otro tanto de mi inspiración. Fui la primera en entregar y me fui a casa sintiéndome un completo fracaso.
Estaba completamente exhausta y pesimista.
Nico estaba trabajando hasta tarde esa semana y eso me daba tiempo y espacio para descansar. Teníamos una charla pendiente, pero no estaba lista ni física, ni emocionalmente para enfrentarlo, todo lo que deseaba era dormir sin que sonara ninguna alarma y sin preocuparme por nada. Esa noche, cuando llegó, me encontró plácidamente dormida, y habrá sentido un golpe de compasión porque me dejo descansar.
A la mañana siguiente la alarma sonó a las 6am, la apagué instintivamente y sentí su brazo sacudiéndome levemente el hombro.
–Chinita, te tenés que levantar, tenés clases.
–No voy a ir… no me siento bien.
–Dale mamuni, te preparo el mate, despertate.
–No, en serio, no me siento bien, a demas hoy solo dan las notas y se sacan dudas para el recuperatorio.
–Con más razón, deberías ir.
–No. Tengo dudas, y me siento mal te dije.
Se sentó en la cama, prendió la luz y me observo.
–¿Segura te sentís mal?
–Sí…
–No tenés buena cara –dijo, tocándome la frente– si no tenés dudas, ¿por qué te sacaste un 6?
–Porque no me alcanzo el tiempo para estudiar…
–Ya… no alcanzó el tiempo, claro. Ok, te preparo un té y te tomas un ibuprofeno, a ver si te levantas mejor en unas horas.
Me tome el té en silencio, no quería tocar el tema que teníamos pendiente y si hablaba de cualquier otra cosa iba a parecer que lo estaba evitando.
–¿Qué te duele? –quiso saber.
–¡¡¡Todo!!! ¿Me haces un masajito? –Dije con la voz más dulce que puede articular–
–Si me lo pedís asi, sinvergüenza, como me podria negar.
Le regalé una sonrisa pícara y me acosté boca abajo para que me sobara la espalda.
–¡Estás toda agarrotada! ¡Y cómo no, si estuviste días mal sentada con el cuello torcido!!
–¿Me estás retando o me estás haciendo un masaje para que me relaje?
–¡Ay! ¡La señorita se porta para el culo y yo aca haciéndole masajes! ¿Qué voy a hacer con vos?
–Amarme, ¿qué más?
–Si no te amara…
–¿Qué?
–No te aguantaría…
–¡Yo no le salí en una rifa eh… nada que aguatar, usted me eligió!
–¡Y si! –dijo, dándole un mordisco a mi culo–
–Bueno, ahora trata de dormir un rato más, seguro te levantás mejor. Esta noche tengo que volver a mi departamento, pero si te sentís mal, vengo para acá, me avisas, ¿sí?
Sentí como una leve victoria el retraso del castigo que me caería encima, en unas horas se iría a trabajar, y yo me quedaría el resto del día en la cama.
Amanecí la mañana siguiente con una notificación del celular, abrí un ojo y vi que era la alerta de un correo electrónico –ahora no, es muy temprano– pero me ganó la ansiedad y lo abrí, no lo leí, solo miré la calificación. Si bien era de esperarse, fue un golpe a mi dignidad, nunca me había sacado un 2. Eran las 8 y media de la mañana, nadie puede arrancar el día con un 2, me di vuelta e intenté seguir durmiendo, pero el mal humor ya se había apoderado de mí y no logre conciliar el sueño.
¿Cómo le iba a decir a Nico? ¿Le reenvío el mail? ¿Le cuento cuando me llame? ¿Espero a que llegue a casa? Lo que era peor ¿cómo digiero yo misma este 2? Ufff durísimo golpe a mi ego.
En eso estaba cuando me llega un mensajito de WhatsApp
*Buen día mi amor, espero que te sientas mejor, cuando te despiertes contame cómo estas. ¿Ya te llego la nota beba? ¿A qué hora venís hoy?*
*Buen día amor, sí sí, me siento mejor. ¿Vos como estas? Tipo 20 maso voy a estar llegando*
*Me alegro que te sientas mejor, necesitabas descansar, viste? hoy tenés sesión con M. Laura, no te cuelgues, ¿seguro llegas a las 20?*
*Sí ya sé, no me olvido. Tengo sesión a las 17, salgo y voy para allá*
*Bueno mamuni, por las dudas, no sería la primera vez que te olvidas en que día vivís. Tomate un auto*
Preferí no contestar el último mensaje, y evitar en lo posible la conversación el resto del día, pero claramente él, tenía otros planes, me dejó tranquila unas horas e insistió.
*Chinita, cómo va la tarde? ¿Ya te llegó la nota, como te fue?*
*Lo hablamos a la noche amor, besos*
*¿Te llegó la nota?*
*Sí*
El tono de llamada no se hizo esperar, pero como estaba en la calle, decidí ignorarlo.
*Espero que no me hayas atendido porque estas ocupada, no quiero pensar que me estás ignorando, no?*
*CLARO QUE NO*
*QUE NOTA TE SACASTE*
*Ya vaaaaaa*
Sonó el celular nuevamente y atendí.
–Hola
–Hola mi amor, me vine a lo de mamá, ¿todo bien?
–¿Estás al lado de tu mamá?
–Ajá
–Okey, es tu elección. ¿Querés tener esta conversación ahí, o preferís salir afuera unos minutos?
–Sisi amor, decime, ahí salgo que no te oigo bien por la tv.
–Contame como te fue…
–Mal
–¿Qué tan mal?
–Bastante mal…
–¿Y por qué crees que te fue mal?
–Porque soy una pelotuda, pero ahora estoy en la casa de mi mamá, no es momento para tener esta conversación.
–Quédate tranquila que esta noche vamos a conversar largo y tendido. Lo único que te voy a decir es que te replantees porque pasan las cosas.
–Okey…
–Una última cosita antes de cortar, ¿a qué hora supiste la nota?
– … Nico…
–Te lo pregunte varias veces y me ignoraste. Pero está bien, tenés razon, no es momento para esta conversación ahora. Nos vemos a la noche.
–Okey… nos vemos más tarde, te amo. –dije, para apaciguar las aguas y cortar la tensión–
–Yo también te amo, tontona, nos vemos a la noche. –y colgó–
Esa última frase, siempre promesa y hoy amenaza, me dejo perturbada, no quería que estuviera enojado conmigo –no más de lo que yo lo estaba– Deseaba que fuera un viernes normal y no estar en una montaña rusa de emociones.
Eran apenas las 4 de la tarde, quedaban al menos 7 horas para que llegara de trabajar, y yo no conseguía calma, quería que no llegara la noche y no tuviera que enfrentarme a mi suerte, y a su vez, quería que pasara de una vez por todas para que esta ansiedad se fuera de mi cuerpo.
La sesión con M. Laura fue rara y bizarra, me pregunto varias veces si estaba bien, porque me noto distraída, pero no quise tocar el tema, en cambio hablé de cualquier incoherencia para llenar la hora, quería irme…
Hice caso y me tomé un auto, me puse los auriculares y elegí el disco crisis de las pastillas del abuelo, solo para agregarle drama al día. Sentía vértigo en la boca del estómago, una sensación muy similar al miedo, pero no llegaba a serlo, sabía que no la pasaría bien, eso sí, Pero no era miedo exactamente, ansiedad, expectativa, morbo, vergüenza, ¡ay! Demasiado para una sola persona… Como no podía pensar en otra cosa, hice lo que cualquier ser humano haría, ver una película.
La elección fue fácil, debía ser una peli que ya haya visto, porque mi concentración hoy no cooperaria para seguir una trama desconocida, definitivamente no estaba para pelis dramáticas, ni tenia ánimos para una de acción, fui a lo clásico y que nunca falla, la película que tiene el don de ponerme de buen humor, Mamma mía, me regalaría 100 minutos de paz.
Cuando finalizo la peli, me preparé la cena, elegí una tarta de verduras que encontre en el frízer y la metí al horno, pero solo jugueteé con la porción en el plato, no logre probar bocado, otra vez los nervios…
A las 22hs me llego un mensaje de Nico avisándome que estaba en camino. Tardaría al menos 40 min en llegar, asi que me di una ducha. Estaba a punto de ponerme el pijama, pero opté por ponerme ropa de calle, para parecer lo más casual del mundo.
Escuché el auto estacionando y mi corazón me dio un vuelco. Corrí a la habitación y me tiré en la cama a ver videítos de Instagram, como cualquier día normal.
Entró a la casa a oscuras y fue directo a la habitación.
Venía serio, con el ceño fruncido, pero se le ablandó la expresión cuando me vio, analizó la situación, las luces de toda la casa apagadas, yo recién bañada y con jeans a las 23hs, mi cara de preocupación, y enseguida notó lo que necesitaba…se apiadó.
Me saludó con una sonrisa burlona.
–¿Asustado Potter?
–Jajaja ni un… si, poquito. –admití–
Se sentó en la cama y me saco el celular de la mano…
–¿Estás bien?
–Ajá
–Ok, dame un beso.
Nos quedamos un ratito abrazados en silencio hasta que el habló.
–Ahora, me voy a ir a dar una ducha y vos, te vas a parar ahí –dijo, señalando el rincón– y vas a pensar porque estás castigada, ¿okey?
Uso ese tono que ya le conocía muy bien, áspero y distante, pero aún no estaba lista para empezar, asi que intenté
–Uhhh paraaaa, recién llegas, pregúntame que tal mi día, dame un beso, no sé!
–No estamos para bromitas, hay dos formas de hacer las cosas, ¿vas a elegir la difícil?
Por el tono, me di cuenta que era inútil replicar –negué con la cabeza–
–Bien –señalo el rincón– y obedecí.
Salió de la habitacion y enseguida se escuchó el ruido del agua, estaba atenta, casi adivinando sus movimientos, trataba de calcular cuando faltaba, pero se demoró más de lo normal en la ducha, más de lo normal en vestirse, más de lo normal en entrar de nuevo en la habitacion.
Cuando lo hizo, yo ya tenía muy claros cuales eran los motivos y las decisiones que me tenían paradita frente la pared, pero tambien, estaba incomoda y me sentía avergonzada y fastidiada por el tiempo que me hizo esperar.
Lo escuché abrir el ropero y moverse por la habitacion, dejo algo sobre la cama y pregunto:
–¿Aburrida?
–Negué con la cabeza –no, estoy perfectamente acá.
– ¡Ajá! Qué bueno, porque quiero que te hagas amiga de esa pared.
Guardé silencio para no empeorar las cosas, pero me parecía una total exageración y pérdida de tiempo.
–¿Tenés algo para decir?
–No…
–¿Segura? ¡Qué raro!
–¿Vos tenés algo para decir? –y automáticamente me arrepentí de abrir la boca–
– Ah, sí, yo si tengo mucho para decir, pero estaba perdiendo el tiempo, pensé que eso te gustaba.
Me descolocó completamente su comentario, e instintivamente me di vuelta a mirarlo.
Traía esa mirada fría, la mandíbula tensa y ligeramente levantada, y ese porte rígido que solo tenía en ocasiones como esta. Lo miré fijo y sentí la garganta dolorosamente seca, una corriente me recorrió la columna vertebral y sentí vergüenza de mis propios pensamientos.
–¿Quién te dijo que te des vuelta, Macarena?
Inmediatamente me volví hacia la pared.
Comenzó a sonar "Come and get your love" de Redbone y eso, significaba que él estaba disfrutando el momento, y que por supuesto, le seguiría toda la banda sonora de la película Guardianes de la galaxia. Mi alma enamorada sonrió internamente ante su ñoñez.
–Macarena, vení, vamos a conversar.
Quise iniciar, pero me interrumpió enseguida.
–Yo ya sé que tenés muchas ganas de argumentar cada una de las reglas que rompiste, que seguramente tenés una explicación lógica y madura, pero primero, me vas a contar que tan mal te fue con ética, y luego, vamos a hablar del elefante en la habitacion.
–Mal de mal, me saque un dos…
–¿DOS? –preguntó más sorprendido que enojado– y por qué crees que te sacaste un dos?
–Porque estudié poco…
–Difiero, no estudiaste poco, estudiaste mal.
–No, no estudié mal, estudié como siempre, solo que me falto tiempo.
–Estudiaste mal, a ver… como puede ser que mi novia, tan linda, tan inteligente, no sepa cuál es el error en la ecuación, no falló la técnica, ¿no? ¿Qué falló?
–Que tendría que haber diagramado un plan de estudio…
–Vamos bien… a vos te parece normal… ¿coherente y una decisión inteligente pasarte 3 días sin dormir previo a un examen? Y yo que pensé que eras muy inteligente…
–Su ironía fue una flecha encendida que penetro en el centro de mi ego–
–No, ya quedó claro que no fue una buena decisión.
–¿Vos decís que quedo claro? Lo dudo, pero no te preocupes, quedará claro. Volvé al rincón, quiero que pienses como vas a manejar las cosas de ahora en más, y cuando estés lista, me contás.
Me quede parada mirándolo incrédula, ¿otra vez al rincón? Está intentando romperme los nervios? Le eché una mirada de reproché y no me moví.
–¿No me escuchaste?
–¡Estás haciendo uso y abuso de esa pobre pared!
–Ya que hablamos de uso y abuso, hablemos del que haces con las plataformas de streaming – encendió la tv, ingreso a mi perfil de Prime e hizo un repaso de todas las series y películas que vi la semana previa a los exámenes –y esto, es solo Prime, ¿sigo?
–¡No! – sabía perfectamente el tiempo que había perdido haciendo maratones–
–¿Algo que decir?
–Sí, no sabía que mi novio era un acosador que controlaba mis plataformas… –dije intentando sonar graciosa–
–Bajale al sarcasmo, ¿ok? Solo quise sacar la cuenta de cuantas horas estudiaste y cuantas viste series.
–¡Mala onda!
Me agarró del brazo y me llevo de nuevo a la pared. – Esta será una larga noche, debí dormir siesta–
Me di cuenta que trataba de darme un mensaje sobre la administración del tiempo, estaba claro que manejé pésimo mis horas de estudio, y que no estuvo bien, ni siquiera valió la pena pasar tantas horas sin dormir…
–¿Ya pensaste como vas a resolver para que no te vuelva a pasar lo mismo?
–Sí, voy a dejar de procrastinar, y organizar mejor las horas de estudio…
–Ok, perfecto, ahora vení que vamos a dejar clarito el mensaje.
Fui arrastrando los pies y me pare al lado de él, se sentó en la cama y con la palma de la mano indico que me tumbara sobre sus rodillas, pocas cosas me daban más vergüenza que acomodarme sobre él y darle el gusto, pero me lo tenía ganado con creces, guarde mi orgullo herido y obedecí. Para mi sorpresa, comenzó bastante suave, respire hondo y afloje los hombros tensionados, a los pocos minutos fue subiendo la intensidad e instintivamente empecé a moverme, lo soluciono pasando una de sus piernas sobre las mías.
–¡Quédate quieta!
–Ooookeeey, pero más despacio, ¡recién empezas!
Y mi queja obtuvo como recompensa 4 azotes en el muslo derecho.
–Parate –ordenó– y desabrochó mi pantalón bajándolo de un tirón bastante brusco junto con mi tanga. El pudor y vergüenza que siempre me causaba esa situación fue interrumpido al instante en que me miro los pies.
– ¡¿Qué haces descalza?!!
No supe que responder y levanté los hombros.
Se paró alterado, abrió un cajón y saco un par de medias, se agacho abriendo una y dijo: –¡Dame el pie!
Me causo gracia y fue inevitable exclamar
–¡Claro, me revienta el culo a chirlos, pero que no se me enfríen las patas!
–Exacto, te quiero mocosa, pero solo por un rato, no resfriada.
Para él, fue una clara amenaza de hacerme llorar, pero yo, lo tome como un reto personal de aguatar estoicamente y no darle el gusto.
De un tirón ya estaba de nuevo sobre sus rodillas y siguió, ahora más intenso y continuo, repartiendo azotes y haciendo preguntas
–¿Vas entendiendo cómo funcionan las cosas?
–¡Auuuchhh, que siiii!!!
–¿Vas a seguir perdiendo tiempo a lo bobo cuando tenés que estudiar?
–¡Noooo, auuuch!! ¡Me dueleee!
–¿Vas a ser más responsable a partir de ahora?
–¡Siii, siii, te juro que si!!!
–Y me voy a ocupar que así sea, ¿entendiste?
– ¡Siiii!!
–¡Sí, qué?
–¡Que sí entendi!!!
–¡Que ¿sí que? Macarena!
–¡Sí, voy a estudiar!!!
Exacto, vas a estudiar… –freno los azotes y apoyo la mano en mi culo dolorido–
Vas a estudiar todos los días un poco, se terminó eso de pasar noches enteras sin dormir, consumiendo energizantes y café para mantenerte despierta por días, por dejar todo para último momento. Y no voy a hablar de lo INTRATABLE que estuviste todos estos días, porque te entiendo, te estresas, es normal, y yo estoy para bancarte, pero quisiera que reveas la forma en como gestionas tus emociones cuando estas asi de alterada.
Esto último calo hondo, una punzada de sentimiento de culpa me invadió, Nico era el blanco de mis frustraciones y en quien depositaba mi mal humor cuando me sentía desbordada, y si hacia un mea culpa, me había soportado con nervios de acero y sin emitir queja.
En ese momento se estiró para alcanzar la regla de madera que había dejado preparada en la mesita de luz y yo respire hondo.
–Con la regla no, porfiiis
–Lo hubieras pensado antes, para la próxima, ¡seguro no hace falta!
Odiaba la regla, su ruido seco, su dolor como pellizco, lo rápida que era.
En breve el dolor se tornaba insoportable.
–Ya, basta, por favor. ¡Me duele! –por supuesto ignoraba completamente mis quejas y seguía llenado mi culo de azotes.
–Si volvés a poner la mano ¡traigo la vara! –dijo– mientras sujetaba mi muñeca derecha sobre mi cintura, y con mi otra mano, me tape la boca para ahogar mis quejidos.
Estaba muy agitada y me ardía demasiado el culo, trate de concentrarme en mi respiración y entre en un trance. El ruido de la regla impactando sobre mi culo, ardor, y dolor esparciéndose. Ruido, ardor, dolor, ruido, ardor, dolor. Por varios minutos, que me parecieron una eternidad, contuve las quejas y las ganas de zafarme, hasta que no pude más y con un lloriqueo le pedí nuevamente que parara.
Dejo la regla sobre la cama y me acaricio el culo dolorido.
–¡Al rincón!
¡Casi exploto de furia! Nunca me había mandado tanto tiempo al rincón y hoy no era el día para que comenzar una nueva tendencia. Claro, claro, ¡lo de perder tiempo! Mi ser racional lo comprendía, mi ser impulsivo en cambio, tenía ganas de mandarlo a la mierda y ponerse a llorar.
–O acostate, ahora vengo.
No me lo pensé dos veces y me tumbé en la cama, estuve al borde de empeorar las cosas por cabrona, y solo me salvo que no supe que decir.
Volvió enseguida con un vaso de agua y me lo dio. Se recostó contra la pared y me vio beber en silencio, seguía teniendo esa expresión y me dio bronca notar lo lindo que se ponía cuando estaba en rollito autoritario, tan diferente al que era diariamente, mi Nico, niño gigante, el vikingo con corazón de felpa, el más mega cursi y tierno, nunca dejaba de sorprenderme esta faceta de él, tan oculta, tan íntima, tan mía. Y en ese momento, a pesar de que tenía las emociones y la sensibilidad a flor de piel, me sentí afortunada.
Rompió el silencio con la voz ronca, el tambien estaba lidiando con sus emociones.
–Rompiste las reglas, desaprobaste y no por incapaz, por boluda.
–Tenés razón –admití.
–Me voy a asegurar que no vuelva a pasar. Ponete la almohada bajo la pelvis.
–No, espera… espera un poco…
–¡Agarro la almohada, me la dio y enfatizó –no la hagas más difícil, ahora!
–Uffffff
Me di vuelta quedando con la cabeza a los pies de la cama, respire profundo, me preparé psicológicamente, y me acosté boca abajo, cruzando los brazos y apoyando mi cara en ellos, cerré los ojos y al escuchar como doblaba el cinturón, me dio una puntada en la boca del estómago –ok, apretá los dientes y báncatela Macarenita, te lo buscaste solita– pensé.
Él se acercó, me bajo aún más el jean dejándolo a la altura de las rodillas, y sin más cayó el primer cintazo que con su ruido inundo toda la habitacion, ahogue un quejido que fue más de sorpresa que de dolor y llego el siguiente, y el siguiente y el siguiente, y el siguiente, me sujete fuerte del cobertor de la cama, ya respiraba con dificultad y usé mi truco para no llorar, apretar la lengua contra el paladar y mirar para arriba, trataba sin mucho éxito controlar la respiración, pero el dolor me estaba ganando, sentía la espalda rígida, y movía los piecitos para disipar la sensación del dolor punzante.
–¡Contá Macarena!
–No podía, quería hacerle caso, pero mi voz se negaba a salir de mi garganta, estaba atorada ahí, como una pelota, expandiéndose.
El siguiente fue levemente más fuerte.
–¡Contá!
–1
–2
–3
–4
–5
Y ya no pude seguir conteniéndome, escondí la cara entre los brazos y el llanto salio similar a una catástrofe natural, imposible de frenar. Casi de forma instintiva, Nicolás me acaricio la espalda unos segundos, y siguió al menos un minuto más, dándome cintazos, me di cuenta cuando terminó, porque escuché el cinturón cayéndose al suelo y a él respirando entrecortado.
No me moví, seguí llorando, vaciándome de todo aquello que me molestaba en el cuerpo y las entrañas, liberando toda la presión que me apretaba en la garganta. Sentí la mano de Nico apoyada en mi antebrazo, se quedó ahí, en silencio, acompañando mi llanto sin estorbar y sin querer frenarlo, hasta que poco a poco se fue acabando y solo quedaban vestigios de esa congoja que te sacude el cuerpo y recién me acaricio la cabeza.
–¿Estás bien mamuni?
Levante la cabeza y asentí, me sujeto la cara con las manos, me seco las mejillas y apoyo su frente a la mía, y nos quedamos asi, hasta que mi respiración era igual de serena que la suya y me dio un beso en la frente.
–¿Te amo, sabes?
–Sí… – y aunque no lo pregunto con la voz, sí lo hizo con la mirada. Así que agregué –¡yo te amo más!
En ese momento, ambos necesitábamos la confirmación de que estábamos bien…
–Quédate así, voy a buscar la cremita –se dio vuelta, me miro (supongo que el culo) y acotó, ¡qué hermosa que sos, pendeja!
¡La crema fría sobre mi piel magullada me dio escalofríos –auch, despacio con el poto, trátalo lindo!
–Yo lo trato hermoso, vos sos la que lo vive poniendo en riesgo, si yo lo amo al poto.
–Ciiinico
–¡Tonta!
–Ráscame la espalda…
–Sacate el jean, ¿por qué te pusiste jeans?
–Quería aparentar normalidad…
–Como si fueras muy normalita…
–¡BUE!
–Dale, ponete el pijama, te ayudo.
–Se me cambiar solita, muchas gracias.
–¿Y te sabes rascar la espalda sola?
–¡Touche!
Fui al baño a cepillarme los dientes y lavarme la cara, y la imagen que me devolvió el espejo era patética, pálida, ojerosa, con las pecas de la nariz visiblemente mas notorias, los parpados y los labios hinchados, el pelo alborotado. Y me quedé mirándome un largo rato. Así, en ese estado, era como mejor me sentía, libre, liviana, feliz y en paz…
Volví a la habitacion y Nico me esperaba en la cama, con la luz tenue y Coldplay sonando bajito. Me acosté, me acurruqué y con los dedos de Nico acariciándome la columna, me fui quedando dormida, o quizá, me fui al nirvana.
Me encantó el relato. Muchas gracias por compartirlo. Y plasmas muy bien las sensaciones... ese miedo que no es miedo o si pero también algo más. Y esa liberación que le sigue. Definitivamente la paliza es todo un viaje y la parte física es solo una parte de este. Siempre hablamos en el grupo de que se siente... y este relato lo pone muy bien en palabras. Gracias por escribirlo!
ResponderEliminarMe ha encantado! Es impactante lo realista que se siente esta historia. Millones de felicidades
ResponderEliminarMuy bueno. Me ha encantado. Muchas gracias 🥰
ResponderEliminarMe encantó, muy íntimo y muy real. Por momentos muy intensos los sentimientos, como vivir la experiencia con vos. Creo que representa la esencia de lo que muchas parejas buscan en este tipo de vínculos. Muchas gracias por escribirlo
ResponderEliminar