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La Tormenta


• Ni una palabra hasta que lleguemos al hotel - me ordenaste apenas subí a tu coche – y créeme que vamos a hablar seriamente sobre esto señorita y no voy a ser tan comprensiva está vez.

Me gustaría decir que no me lo esperaba, que me tomaste de sorpresa o que ignoraba el asunto a tratar. Había llegado tarde y esa era solo la gota de un cúmulo de tardanzas durante las semanas pasadas. Teníamos reglas y horarios claros. Al principio intenté no desafiar al sistema acordado pero pronto descubrí que había algo en querer desafiarlo, en saber si existía. Cómo quién intenta descubrir si Dios existe, aunque, sin ser tan dramática como quién intenta ver qué tan paciente es la otra persona. Un minuto por aquí, un par por allá…. Cinco si me sentía especialmente atrevida. Nada crítico. Nada que pudiera realmente ser un problema. La cosa está en qué me gusta tener el control… pero necesito cederlo. Definitivamente lo que iba a pasar era algo que no iba a poder controlar y aún sabiendo el porque de tu enojo, no podía evitar sentir las entrañas removiéndose dentro de mi, como una tormenta que está a punto de estallar. La misma tormenta que venía sintiendo durante toda la semana, el revoloteo de emociones, el sentimiento de culpa y la necesidad de contención.

Llegamos antes de que pudiera realmente pensar en que te iba a decir. Te seguí de cerca, incapaz de guiarme por mi misma hasta la habitación.

• Pantalones abajo y puedes ir colocándote en aquel rincón.

• ¿Cuánto tiempo? – Errrr pregunta incorrecta. No sabía que habías dominado la teletransportación hasta que te vi un segundo después justo a mi costado… uno… dos…tres… quizá cuatro o cinco fueron las palmadas que me diste con la mano derecha mientras con la otra me guiabas decidida hacia el rincón inicialmente señalado – ¡ Lo siento!.

No era el dolor, ese recién había empezado. Era la indignación de ser llevada de esta manera y definitivamente la desesperación de saber que había empeorado la situación. Te detuviste justo antes de llegar al rincón.

• Si tengo que repetir lo que dije, vamos a empezar con la vara sin calentamiento.

La amenaza fue más que suficiente. Pantalones abajo, nariz en el rincón y brazos a los costados. Ni un escultor de piedra podría hacer una estatua más inmóvil.

Reflexionar y pensar. O eso se supone que debía de estar haciendo. Intentaba recordar si había de verdad llegado diez o veinte minutos tarde o fue más… o incluso menos. Realmente no había mirado el reloj, había salido con el tiempo justo, eso sí lo recordaba. Habías estado siendo tan paciente conmigo con los horarios que no había estado tan atenta a tus señales, primer gran error. El segundo había sido no obedecerte hacía unos segundos, la vara. Sé por experiencia que es difícil quitarte una idea de la cabeza. Y yo, con mi desobediencia, ya había puesto esa palabra en la tuya. Me encontraba pensando justo en eso, implorando a cualquier santo que estuviese dispuesto a negociar un par de velas por un milagro cuando escuché mi nombre.

• Ven por favor – fue lo segundo que escuché de ti, cepillo en mano y sentada al borde de la cama.

• Lo siento …. – dije por segunda vez hoy, aunque aún no recordaba si de verdad había llegado tarde.

• Aún no – una pequeña sonrisa apareció en tu rostro – pero ya vamos a llegar a eso. ¿Parece que tengo que repetir todo hoy o es mi impresión? – Si la seriedad tuviera abogado ya te habría demandado por apropiación – Ven aquí ahora mismo.

Me acerqué despacio, intentando mantener la dignidad que aún tenía. Tarea titánica cuando tienes los pantalones por los tobillos y estás a momentos de ser castigada. Dejaste el cepillo a un costado y me sujetaste las manos apenas estuve a tu alcancé.

• ¿Por qué estamos aquí?

• No sé – Negación y estaba segura que podría mantener esa respuesta hasta el final – Tu me dijiste que viniera.

¿Tercer error? Vaya racha que llevaba. Tu mirada, el fuego en tus ojos, tu ceja levantada pero aún más importante tú colocándome boca abajo sobre tu rodilla. Sentí el cepillo casi al mismo instante que mi mejilla tocaba la almohada. Los boxers que llevaba poca protección me daban.

Zas, zas, zas, zas….. intenté detener el dolor por un segundo interfiriendo con mi mano. Olvidando que tenías total acceso a mis muslos.

• ¡No! ¡Espera por favor! – retire mi mano de inmediato y rogué que el cepillo volviera a encontrar el camino hacia mi culo.

Zas, zas, zas, zas, zas … zas… zas….. los azotes fueron disminuyendo hasta detenerse. Tenía la cola en llamas y aún mantenía la ropa interior puesta. Me diste dos últimos azotes antes de sentir como dejabas el cepillo a un costado y colocabas tu mano sobre mi culo.

• Intentemos esto nuevamente. ¿Por qué estamos aquí?

• Por llegar tarde – respondí casi de inmediato. Intentando recuperar el aire después de tremendo asalto.

• Es un comienzo – dijiste mientras me bajabas la ropa interior - ¿Cuánto tiempo tarde?

• ¡No lo sé! Pero de verdad… si supiera te lo diría. – Cualquier cosa que digas puede ser usado en tu contra, no tiene espacio en una sesión de disciplina. Cualquier cosa que no respondas como tú Spanker requiere, eso sí.

• Me estás diciendo… que … ¿ni siquiera sabes a qué hora llegaste hoy?

• ¡Perdón! - exclamé mientras sentía la primera, de las que serían seguramente muchas nalgadas por venir.

• Quince minutos, por si te lo estás preguntado. Pero no es solo por eso que te estoy castigando hoy. ¿Tienes idea cuantos minutos haz venido acumulando estás últimas semanas?

Plas, plas, plas…. El sonido de la palma de tu mano sobre mi cola, por un segundo no sabía que era peor si el dolor o el sonido. La retórica solo me duró un segundo, el dolor definitivamente.

• ¡Muchos! No sé… por favor… - Y era verdad, habían sido varios días seguidos. No recordaba cuánto tiempo en total. Pero estoy casi segura que me estabas cobrando todas.

• Un minuto no es un problema, esto no es una tiranía. Pero definitivamente no es una democracia. Si tenemos horarios es para cumplirlos, si quedamos a una hora es para llegar a esa hora. Si tenemos un contratiempo, avisamos. Si no podemos cumplir algo, lo hablamos. ¿Estoy siendo clara?

• ¡Si!

• No señorita, ya pasamos el espacio para responder con un simple si. – tu mano volvió a dirigirse hacia mis muslos, no es que quisiera escapar. Sabía que no era una posibilidad. Pero para ese momento me era imposible no dejar de mover las piernas.

• Si … señora.... arrg… por favor. ¡Ya entendí!

• Me alegra escuchar que ya entendiste. Ahora vamos a asegurarnos que también lo aprendas.

Las nalgadas seguían cayendo sobre mi cola, en otras circunstancias quizá hubiese podido aguantar un poco más. Pero el cepillo al inicio definitivamente había dejado huella. El deseo de ceder era fuerte, de aceptarlo. De aceptar que la única forma de terminar el castigo, era que tú lo decidieras así.

• ¡Ya aprendí! – volví a exclamar casi un minuto después, solo quería que dejaras de castigarme.

• ¿ Que aprendiste?

• ¡A no llegar tarde!

• Es un inicio – volviste a retomar la conversación mientras con la mano volvías a azotar mis muslos, no quería pero mi mano volvió a encontrar su camino hacia detrás. Está vez la sujetaste con la que tenías libre. Con la otra estabas decidida en enseñarme una lección - ¿Qué más estamos aprendiendo hoy?

• ¡ A … a obedecer una orden! A… a…. ¡No faltarte el respeto llegando tarde! ¡Perdón! Ya …. ¡Lo siento! – Y esta vez si estaba siendo muy sincera.

Te detuviste un momento, lo cual agradecí internamente mientras intentaba recuperar el aire. Quería sobarme, quería pararme un momento y caminar. Quería que soltarás mi brazo un segundo y poder sentarme. Bueno quizá lo último no, definitivamente no por un buen rato.

• ¿Y que te parece a no provocarme? – me preguntaste mientras volvías a nalguearme. Despacio pero con decisión.

• También… perdón….

• Y a no mentirme …

• Yo….no….

• No irte a dormir a tiempo… levantarte y volverte a acostar y actuar como si nada de eso estuviese pasando, eso es definitivamente mentir.

• Perdón… - odiaba no saber que decir, odiar no es la palabra. Pero para alguien que sabe que las palabras tienen poder, odiaba no saber que decir.

• ¿ Cuánto tiempo crees que me debes de la semana? – detuviste el castigo un segundo, mientras liberabas la mano que aún tenías sujetada.

• Uhm… no sé… de verdad , no lo sé.

• Bien, vamos a decir que fueron veinte minutos en total y estoy siendo generosa.

• Gracias. – dije sin estar segura si debía estar agradecida o asustada. Sentí como cogías el cepillo nuevamente y un escalofrío me recorrió. Colocaste la base del cepillo recostado sobre mi cola, y sentí la base fría en contraste con lo caliente que tenía el culo.

• Veinte con el cepillo por todas las veces que te saltaste el horario durante la semana. Y después serán quince con la vara por los quince minutos que me hiciste esperar hoy.

Cerré los ojos, ya lo sabía y aún así esperaba que no sucediera. Ni siquiera recordaba la última vez que había usado la vara, pero recordaba bien cuánto dolía.

• Vamos a terminar de una vez – dijiste mientras levantabas el cepillo y lo dejabas caer con fuerza sobre mi cola.

Zas, zas, zas, zas, zas.

• ¿A qué hora te tienes que ir a dormir?

• ¡12 en punto!

Zas, zas, zas, zas, zas.

• ¿A qué hora te tienes que levantar?

• ¡6 en punto!

Zas, zas, zas, zas, zas. Te detuviste un momento, lo suficiente para que yo recuperará el aire.

• ¿Y si quedamos a las cinco en punto, a qué hora vas a llegar?

• Cinco en punto, señora.

• Buen detalle ese último señora…– pude sentir en tu voz que estabas sonriendo – pero lamentablemente no te va a salvar de la vara.

Zas, zas, zas, zas, zas.

Los últimos cinco cayeron repartidos en mis ya adoloridos muslos. Definitivamente iba a sentir esos el día de mañana. Me ayudaste a levantarme al minuto después.

• ¿Estás bien? – me preguntaste mientras me acariciabas la parte baja de la espalda.

• Si… pero duele – me queje un poco, aunque adivinando tu respuesta.

• Que bien, se supone que debe de doler.

• Lo sé…. – La tormenta casi estaba llegando a su fin. Todo el caos que había sentido momentos antes. El caos de emociones dentro de mi. La necesidad de probar los límites, de encontrarlos. Había desaparecido y por un momento, en este momento, solo estaba la espera a la siguiente indicación. Solo tenía que concentrarme en la siguiente indicación.

• Bien, terminemos. Quítate el pantalón por favor y colócate en posición. Manos y mejilla sobre la mesa.

Obedecí. Llega un punto en dónde obedecer no está más en discusión para una misma. La mesa se sentía fría en comparación con la cama. Pero mantuve la posición, cerré los ojos y espere.

Sentí la vara recorrer mi cola, y un segundo después sentí el primer impacto. Mentí, resulta que dolía más de lo que la recordaba.

• ¡arrgggg! Ah… ah…. Uh…

• Mantén la posición, no tienen porqué ser más de quince. Pero siempre pueden ser más. ¿Entendido?

• Si señora – suspiré largo, intentando controlar mi respiración. El segundo golpe no fue mejor que el primero, ni el tercero, ni el cuarto. Cuando el número diez corto el aire e impacto en mi cola definitivamente no iba a volver a probar los límites. Lo decidí. - ¡Espera! Por favor…. Uh… argggg…. Duele…

• Si, ya habíamos aclarado que duele. Cinco más y terminamos – Volviste a cortar el aire con la vara y el once necesito de toda mi concentración para no pararme y sobarme - ¿Cuántas vamos?

• ¡11! Por favor. Un minuto….. espera…. – cerré los ojos, intentando recuperar el aire una vez más.

• ¿Vas a portarte bien?

• ¡Si! - prometí con toda la intención de cumplirlo, está vez.

Volviste a hacer silbar el instrumento, sacado del mismísimo averno si me preguntabas, una… dos veces más. Grite o suplique ya no estaba tan segura de nada. Los últimos dos fueron rápidos. Tan rápidos que dolieron mucho más y a la vez después ya había todo terminado.

Es curioso como algunas frases tan clichés pueden hacer tanto eco a la vez.. La tormenta había pasado y daba lugar a la calma. La calma de sentir que ya todo está bien. La calma de sentir que hay un orden. Reglas y consecuencias. La calma después de la tormenta. No es exactamente felicidad, no es algo que quiera. Es mas como una necesidad.

• ¿Estás bien? – volviste a preguntarme por segunda vez en un mismo día.

• Si…

• Bueno, espero hayas aprendido la lección.

• Mmm… por hoy si.

• ¡Como! ¿Solo por hoy?

• El mañana es incierto – había vuelto a encontrar mis palabras.

• Por el bien de tu cola espero que no tan incierto.

• Me voy a portar bien.

• ¿Sera cierto?

• Tan cierto como que después de la tormenta, sale el sol ;).


Comentarios

  1. Me encantó el relato, Stephanie. El punto de vista como si se lo estuvieras contando a tu spanker, los diálogos, todo. Los relatos con elementos autobiográficos tienen algo de verdad que se siente cuando lo leemos. Con lo simple que parece, aunque finalmente no lo sea tanto. Muchas gracias por compartirlo.

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  2. Hola!!! Me gustaria contactar con alguna de las administradoras o administradora del blog. Soy el propietario de un blog de spank en España y tengo una amiga que escribe relatos F/f. Os dejo mi correo electrónico: mariposaschocolate@gmail.com

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  3. Magníficos relatos, felicidades por el blog 😍 Por desgracia ni soy mujer ni tengo una spanker en mi vida, porque creo que sería mi mayor deseo.

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