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Micro Relatos IV

 -Estoy aburrida…

-¿Por qué no pones algo de música? -pregunté intentando distraerte. Era el día más caluroso de todo el verano, según varios reportes y aquí estábamos. Manejando a cuatro horas de distancia desde la ciudad a lo que sería un acogedor dos ambientes a cinco minutos caminando desde la playa, según la reseña del Airbnb.

-¡Porque me duele la cabeza!

-Bueno… ¿por qué no cierras los ojos un rato? Te despierto cuando estemos cerca.

-Argg…. No puedo dormir en el auto y lo sabes.

-Entonces puedes quedarte en silencio hasta que lleguemos – dije con una clara amenaza en la voz pero sin quitar los ojos del camino.

-¡No me puedes prohibir hablar! -alzaste la voz indignada.

-No, tienes razón – intenté razonar contigo- pero puedo aconsejarte que ambas estamos impacientes por llegar y tu mal humor no está ayudando.

-Ese es tu problema…. -el silencio se hizo evidente luego de ese último comentario tuyo. Sopesé mis opciones y escogí darte una oportunidad más.

- Va a ser tu problema si tengo que detener el auto para hablar.

-¡No lo harías!

-¿Quieres averiguarlo? – te pregunté mientras reducía ligeramente la velocidad.

-¡No! Ya… ok…. No hace falta.

-Eso pensé – volví a acelerar y concentrarme en el camino. El silencio entre ambas duró unos cuantos minutos hasta que Bruno Mars comenzó a escucharse en la radio.

-Me gusta esa canción – comenté distraídamente solo para inmediatamente comenzar a escuchar a Arjona en la siguiente emisora. Y antes que pudiera decir palabra la canción cambió por otra y otra y otra más. Una comezón familiar me recorrió la palma de la mano derecha.

-¿Cuánto falta? – preguntaste impaciente mientras apagabas la radio nuevamente.

-Según el Waze como hora y media.

-¡Hora y media! – exclamaste mientras te desabrochabas el cinturón de seguridad.

-Vuélvetelo a poner – te ordené reduciendo la velocidad.

-¡Me da calor! Y me incómoda…. Y además está libre el camino no va a pasar nada.

-Basta. No voy a discutir esto porque no está en negociación.

-Que bien porque yo tampoco pensaba negociar -dijiste mientras te cruzabas de brazos.

-Te lo advertí – comencé a reducir la velocidad aún más mientras comenzaba a orillarme a un lado del camino. Estábamos en plena carretera sin nadie visiblemente cerca, pero no dejaba de ser un lugar público.

-¡Espera! Me voy a poner el cinturón – dijiste alarmada mientras tirabas de el.

-Muy tarde -me terminé de estacionar y me voltee a mirarte fijamente – Vas a ir al asiento de atrás y me vas a esperar allí o bien podemos salir ambas del auto y cualquiera que pase va a poder ganarse con el espectáculo.

Vi tu indecisión un segundo pasar por tu mirada, realmente yo tampoco sabía si estaba haciendo una amenaza al aire o no pero dependiendo de tu respuesta lo descubriríamos.

-Voy atrás – te bajaste del auto sin mirarme y te subiste al asiento de atrás, cualquier rastro de mal humor había desaparecido. En su lugar estabas nerviosa y mirabas de reojo el camino a cada rato. Me tomé mi tiempo en descender del vehículo y fui hasta la maletera.

El viaje había sido idea mía y de último minuto prácticamente. Pero a ambas nos emocionó la idea de pasar el fin de semana largo lejos de la ciudad y del calor insoportable. Abrí la maletera y me quedé mirando ambas mochilas. Yo no había empacado realmente nada para una situación como está, la playa y las marcas no son exactamente muy amigas. Habíamos además tenido unas semanas muy relajadas dentro de la dinámica, supuse que podía seguir así un par de días más. Entonces lo recordé, revolví un poco tu bolso hasta encontrar el cepillo de plástico que usabas con el propósito por el cual fue realmente inventado. Guardé todo lo demás en su sitio y volví al frente pero está vez en lugar de la puerta del conductor me deslicé en el asiento trasero.

-¡Se va a romper! -exclamaste apenas me viste entrar con tu cepillo en la mano.

-No pero si así fuera no te preocupes que lo reemplazaré. Ahora bájate el short por favor.

-Pero…. ¿y la playa?

-¿Qué tiene la playa? -pregunté pacientemente.

-¡Se van a ver las marcas! – lo último lo dijiste preocupada. Podía ver cómo atrás había quedado el mal humor y las ganas de fastidiar, pero tenía que ser consecuente.

-Y entonces sabrán que te portaste muy mal -pude ver tu mirada de mortificación y muy a pesar de mi propia diversión intenté tranquilizarte poniendo una mano sobre la tuya- Te diré qué… si te empiezas a portar bien y a obedecer, voy a usar prácticamente solo la mano…. Y entonces posiblemente solo quede rojo y desaparezca para mañana.

-¡Me voy a portar bien!

-Comienza por bajarte los shorts entonces … - forcejeaste un segundo hasta lograr deslizar el short por tus piernas hasta debajo de las rodillas. El espacio no era exactamente el ideal pero resolvía. Te guié con una mano hasta que quedaste sobre mis rodillas, cola en alto y aún con las bragas puestas.

Comencé rápido, no quería quedarnos más tiempo del necesario y seguí durante varios minutos calentando toda la zona de la cola. Pasados un par de minutos decidí bajarte la ropa interior.

-¿Está claro por qué te estoy castigando? – pregunté mientras reanudaba el castigo.

- Sí.. ah.. señora..

-¿Y por qué es? -insistí mientras concentraba mis energías en la parte baja de la cola.

-¡Por desabrocharme el cinturón!

-¿Y que más?

-¡Y… ahhh!.. ¡tener mala actitud contigo! -notaba tu esfuerzo por no quejarte y no moverte demasiado. Aunque se notaba que el castigo estaba haciendo efecto. El sonido de un auto a lo lejos se escuchó pero no me detuve.

-Quiero que disfrutemos el resto de estas vacaciones. Y si para eso necesitas otra charla conmigo, créeme que me va a dar igual si estamos en nuestra casa o no ¿Quedó claro?.

-¡Sí, señora! – respondiste bajito y sin moverte ni quejarte. Sentí como tensabas el resto del cuerpo mientras aún se escuchaba el sonido del motor cada vez más cerca, hasta que un segundo después comenzó a alejarse. Nunca levanté la vista así que ni idea si habrá sido en este carril o en el del sentido contrario.

- Voy a darte diez con el cepillo y terminamos. – anuncié cuando el sonido del motor del otro vehículo ya no se escuchaba por ningún lado.

-Gracias…. -respondiste visiblemente aliviada.

Cogí el cepillo de plástico y lo agite en el aire un par de veces, intentando descubrir la intensidad correcta para usarlo, en estos casos siempre ir a menos es lo mejor. Lo recosté un segundo sobre tu cola, sabiendo muy bien lo que eso te generaba. Y cuando levanté el cepillo lo deje caer con fuerza en el centro y luego dos más en cada nalga y repetí. Te subí inmediatamente la ropa interior y el short.

-¿Estás bien? -te pregunté mientras te ayudaba a sentarte y te envolvía en mis brazos con un abrazo.

-Tengo una buena y una mala noticia.

-¿Ah sí? -pregunté fingiendo severidad.

-La buena noticia es que ya no me duele la cabeza…

-Déjame adivinar la mala… ¿Te duele el culo?

-También pero no – dijiste con una sonrisa – ¡que si yo no me meto al mar entonces tu tampoco!

-¡Y yo por qué no!

-¡Menos quejarse y más conducir que aún nos falta hora y media!

Llegamos cuando el sol ya se estaba escondiendo. Me estacioné para ver un atardecer en la playa con la mejor compañía. Prendiste nuevamente la radio y Uptown Funk volvió a sonar en el fondo.


Comentarios

  1. Me encantó Stephanie. Es una de esas fantasías que nos gustan, que siempre comentamos. El texto así con esa extensión, el formato, todo cierra perfecto. Y lo de Arjona me dio risa no lo voy a negar (es el ingrediente final para activar a la spanker). Muy bueno.

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