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Micro Relatos V

 -Ve por el cepillo por favor.

-No.

Negación. No es fácil obedecer, rendirse o ceder y ciertamente aún no me encontraba en el punto de dar mi brazo a torcer.

Había sido una semana estupenda salvo un pequeño detalle. Me había olvidado las llaves de casa dentro al salir y de no ser por el pequeño detalle que vivo sola ese no hubiese sido ningún problema. Encontrar un cerrajero a las tres de la mañana cuándo recién me di cuenta de mi error era imposible así que recurrí a la única persona que sabía me iba a abrir la puerta a esas horas.

-Si te lo tengo que repetir, no te va a gustar el resultado.

-¡Pero-

-¿Te olvidaste las llaves y saliste sin ellas?

-¡Sí, pero un error lo tiene cualquiera!

-¿Dos veces en un mismo mes? – touché, pensé mientras intentaba pensar en cualquier forma de zafar posible.

-Es que estaba apurada…. Pero, ya…. ¿Qué te parece si te doy una copia está vez?

Negociación, no digo que siempre funcione. Pero una chica tiene derecho a intentarlo.

-Esa es una gran idea, pero aún así esto no es solo por las llaves. ¿Qué hubiera pasado si no contestaba el teléfono?

-Existe algo que se llama hotel….

-¿Qué dijiste?

-Nada….

-Y ya lo creo porque creí entender que despertarme a las tres de la madrugada te daba lo mismo que ir a un hotel.

-Obvio no … tú no tienes servicio a la habitación ¡Espera!

Desesperación, un tirón y sobre tus rodillas. La primera nalgada siempre te toma desprevenida y la pijama prestada no ofrecía casi ninguna protección.

-Me parece que toda esta situación te parece graciosa.

-¡No me estoy riendo! – exclamé intentando recordar si en realidad lo había hecho. El calentamiento estaba siendo de todo menos eso. De un tirón pude sentir como terminaba el pantalón del pijama a mitad del muslo y el escozor de culo iba en aumento.

-Me parece que no te estás tomando nada de esto en serio.

-¡Si lo hago! ¡Pero en serio me olvidé y ya!

-¿Qué clase de respuesta es esa? Te la dejé pasar la primera vez, ese fue mi error.

-¡Lo siento! -me apresuré a repetir, el mantra casi de memoria. Y no es que realmente no lo sintiera, ¡lo estaba sintiendo! Solo que el sentir en este punto aún era más físico que arrepentimiento real.

-Aún no, pero ya lo vas a sentir. De pie.

Me puse de pie e intente no mostrar cuan avergonzada estaba de toda la situación. Nunca es fácil pararse con los pantalones en las rodillas y mantener el orgullo intacto.

-¿Sabes a qué hora me desperté hoy?

La pregunta me tomo por sorpresa. Cuando me desperté al medio día y ya estabas vestida asumí que te habías levantado temprano, pero no que tuvieras algo que hacer. Una punzada de culpa me invadió.

-¿Temprano? ….

-Si demasiado y la interrupción en la madrugada no ayudo.

- Perdona…- susurré, está vez pensando seriamente en como dejar de olvidarme las llaves.

-Cuando vivías con roomies quizás no era un problema. Pero ahora tienes la responsabilidad de salir con tus llaves.

-Loooo seeeeeeé -dije arrastrando cada letra, avergonzada.

-No me molesta que me llamaras, para aclarar. El castigo de hoy es por ser irresponsable, no por llamarme.

-Perdón… no va a volver a pasar.. -y aunque sonara a algo que había dicho muchas veces en el pasado, está igual que cada una de las anteriores eran con la intención de ser ciertas. Y casi siempre lo conseguía.

-Me alegra escuchar eso. Ahora, el cepillo por favor -volviste a señalar el cepillo encima de la cómoda de ropa. Tan inofensivo y cotidiano.

Por experiencia sabía que quitarme del todo los pantalones no era una opción. Caminé despacio mientras sentía como el pijama se deslizaba desde mis rodillas hasta los tobillos y para cuándo volví hasta tú costado con el cepillo en mano, mi cara estaba quizá de igual tono que mi cola.

-Gracias. Antes de terminar aquí me gustaría que tú misma me dijeras ¿Por qué te estoy castigando?

-Por … olvidarme las llaves y por irresponsable. -di un largo suspiro, nerviosa, mientras jugaba con los dedos de las manos, ver el cepillo en tus manos siempre generaba esa reacción en mi.

-Bien y espero no tener que repetir está charla nuevamente. -Me guiaste está vez sobre una de tus rodillas y pusiste una pierna sobre las mías. Desde el inicio esa nunca era una buena señal.

El primer golpe del cepillo sonó seco e hizo ruido en la habitación. Estabas yendo despacio pero no por eso me estaba resultando más fácil de llevar.

-¡Perdón! -exclame mientras intentaba despejar el dolor intentando mover la cadera, intentando alejarme lo más posible del cepillo que no daba tregua. Respire un segundo cuando los azotes se detuvieron pero mi desesperación aumento cuando sentí que fue solo para bajarme la ropa interior.

-Vamos a dejar esto muy en claro señorita y la próxima vez que salgas de casa vas a revisar todo dos veces antes de salir. ¿Entendido?

-¡Si! No va a volver a pasar. - prometí cerrando los ojos esperando nuevamente otro azote en el culo. Apreté los dientes dispuesta a tomar el castigo con toda la entereza posible – Ahhh ¡Duele!

- Bien, ese es el punto. -sentí como aceleraste el ritmo y como tomaste mi mano entre la tuya cuando me fue imposible no intentar interferir. Intenté no pensar en el dolor e intenté alejarlo moviendo lo más que me era posible las piernas aún restringidas por las tuyas.

- ¡Ya no más por favor! – suplique esperando encontrar algo de tu usual comprensión. Aún cuando sabía que no había forma de hacerte retroceder en mitad de un castigo y menos aún cuando estaba bien ganado y merecido.

-¿Qué vas a hacer antes de salir de casa?

-¡No olvidarme las llaves! ¡Yaaaa no!

-Y ser más responsable.

-¡Siiiii! ¡Espera! -sentí como acertabas cada azote en mis muslos y e intenté con todas mis fuerzas no llorar. Y justo cuando creí que estabas a punto de terminar por lo espaciado de los azotes volviste a subir la intensidad. Y entonces no me pude contener más y comencé a sollozar.

-Si eres responsable con todo lo demás, también puedes serlo contigo misma. Quedarte afuera de tu apartamento, pasada de copas y de madrugada no es una opción segura.

Me límite a asentir, inhabilitada de hablar por el momento. Liberaste mis piernas primero seguido de la mano que sujetabas sobre mi espalda y mientras me dabas los últimos azotes comenzaste a hacer pequeños círculos en mi espalda.

Permanecimos así varios minutos. Yo intentando controlar nuevamente mi respiración y tú dándome tiempo para recomponerme.

-¿Estás bien? -me preguntaste mientras volvía a subirme los pantalones.

-Si… bueno.. ya sabes -comente sonrojándome por cuadragésima vez en el mismo día.

-¿Sabes? – me miraste divertida.

-¿Qué? – pregunté con curiosidad.

-Este es un “servicio” que no encuentras en ningún hotel.

-cinco estrellas en servicio pero cero en comodidad.


Comentarios

  1. Qué te puedo decir, me encanta! Me encanta el vínculo entre tus personajes. Los diálogos, todo. Gracias por publicar. Vamos a ver si reactivamos. Ya extrañaba leerte

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  2. En el fondo es una gran suerte contar con alguien que sepa corregir así de bien los desvaríos de una :)

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