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"Ven aquí... Ahora mismo."

“Aquí y ahora”.


Mucho se ha especulado respecto a los efectos del spanking en cuerpo, mente y espíritu, así como se han hecho infinidad de conjeturas para intentar poner en palabras ese “algo” que nos atrapa una vez que ponemos un pie dentro del mundo spanko.

“Los azotes aumentan el tamaño del trasero”, dicen unos.
“Los azotes alteran el volumen de la materia gris en el tejido cerebral, provocando así que quien los recibe carezca de discernimiento y de un sentido desarrollado de la responsabilidad que le permita tomar buenas decisiones”, afirman otros.

Ignorando momentáneamente teorías tan innumerables como variadas, compartiré una premisa que resulta ser punto de convergencia para diversos puntos de vista, y se puede inferir que es más que una mera hipótesis por el simple hecho de que quienes somos asiduos a la práctica de ésta peculiar actividad podemos corroborar su veracidad: el spanking tiene efectos terapéuticos a pesar de no ser propia o formalmente reconocido como terapia.

No son pocas las personas que utilizan el spanking como válvula de escape para lidiar con distintas emociones y tipos de presión, como lo son el estrés laboral, depresión moderada, ansiedad mental por situaciones específicas, o remordimiento moral tras realizar alguna acción irresponsable y descuidada.

El spanking no sustituye la terapia de ningún tipo, permítanme enfatizarlo. Aprovecharé para remarcar la importancia de monitorear nuestra salud mental e integral y buscar ayuda profesional siempre que la necesitemos, pero en esta ocasión, mi principal foco de atención es otro: los beneficios fisiológicos y psico-emocionales del spanking.
Primero que nada, hay que mencionar un detallito: no estamos locas. No entraré en la polémica que conlleva preguntarnos si somos o no masoquistas, porque es más que obvio que no sólo “buscamos” el dolor, sino todo lo que acompaña e implica el proceso catártico que engloba una sesión de spanking disciplinario: obtener cierto tipo de atención, contención, desahogo…ese viaje a la frontera entre nuestra zona de confort  y los límites que hasta el momento nos eran familiares. 

Una vez cruzada esa delgada y casi imperceptible línea, no queda más que confiar en quien guía el encuentro, recordando que, al dar nuestro consentimiento, no sólo llegamos a ciertos acuerdos y accedemos a jugar, sino que estamos cediendo el “control” (que bien sabemos que en la vida real no es más que una ilusión) casi en su totalidad. La mente pende de un hilo y el corazón se precipita cual paracaidista en picada pero, por suerte o por desgracia, nuestra “condena” y “salvación” yacen en el mismo lugar: en las manos de quien nos sostiene físicamente y nos contiene emocionalmente a lo largo de toda la sesión. Esas manos que logran arrancarnos gritos, lamentos, quejidos, protestas, lágrimas, a veces maldiciones y, por supuesto, promesas de buen comportamiento, pero también suspiros de alivio al momento de dejar la “crueldad” atrás para dar paso a caricias, abrazos, palabras afectuosas y otras muestras de calidez. Y el paquete es del estilo “todo o nada”.

Tratándose de spanking disciplinario, no sólo se busca el castigo. Tampoco solamente el “premio” (consuelo posterior), que no es tal cosa sin el correspondiente correctivo previo.
Ambas cosas van ligadas y, paradójicamente, es difícil disfrutar una sin la otra. ¿Por qué? Química. Literalmente.

Si no llegamos a nuestro límite, el cerebro no entra en conflicto ni se ve obligado a tomar medidas "desesperadas". Si no llegamos al nivel justo o adecuado de dolor y tensión/incertidumbre mental, el cerebro no producirá endorfinas (hormonas del placer) para intentar aliviar y compensar ese dolor.
Sí. Las mismas hormonas que segregamos al estar enamorad@s, al comer chile o chocolate, al hacer ejercicio, escuchar música y al realizar actividades de nuestro agrado, especialmente con la compañía de nuestra preferencia. Y la cosa no acaba ahí…

No es ningún secreto que el spanking tiene numerosos beneficios para tops y bottoms (spankers y spankees, respectivamente). Hay quienes lo practican con un enfoque puramente sexual, otros con fines lúdicos o casuales, algunos más por las cualidades rítmicas o kinestésicas de dicha actividad…sin embargo, hay un hecho innegable: cuando se lleva a cabo correctamente, una sesión tiene el poder de anclarnos al momento presente. Cerrar la puerta de tu habitación o del cuarto de hotel es dejar fuera casi todas tus preocupaciones cotidianas y tomar ventaja seleccionando conscientemente sólo aquellos que se considerarán faltas o motivos para poner a alguien boca abajo sobre tus rodillas o para ser tú quien termine en esa vulnerable posición. Una situación de la cual es prácticamente imposible escapar y, a la vez, una situación de la que, en el fondo, no quisiéramos escapar, por mucho que el temor de “romper el encanto” nos dificulte aceptarlo. Un ajuste de cuentas justo y necesario, sin el cual sabemos y sentimos que no podríamos ni querríamos seguir con nuestro día a día tranquilamente.

Mentiría si dijera que algunas tops no poseemos un “gen perverso” gracias al que disfrutamos regañando a la spankee, atestiguando cada una de sus reacciones y los efectos de la reprimenda en todo su ser. Pero no se trata sólo de eso.

Por odioso que resulte para la mayor parte de las spankees, el regaño o la llamada de atención es un componente imprescindible del ritual. Para evitar que la spankee se desconecte mentalmente en plena sesión y se encuentre preguntándose cosas aleatorias como “¿apagué la luz y cerré con llave antes de salir de casa?”, “ésta vez está tardando más con el regaño, ¿faltará mucho?”, “¿habrá olvidado que me dejó en el rincón?”, “¿me conviene decirle ahora que no fui a la revisión semestral con el dentista?”, “¿le di de comer al gato antes de venir?”…hay que encaminar su mente desde el inicio y traerla al contexto de tiempo-espacio actual formulando las preguntas correctas. Las que la traigan al “aquí y ahora”. En eso consiste el “arte” de regañar…no se trata de reclamar, ni de aparentar enojo, mucho menos gritar o insultar. Por supuesto, hay de todo y para todos los gustos, y el detalle está en encontrar el “timing” propicio, es decir, el momento y la forma de incorporar cada uno de los elementos a los que ambas partes hayan dado su consentimiento previamente, cuidando que se adecúen al tono de la sesión.

“¿Cómo vamos con la meta de hacer treinta minutos de ejercicio diario?”, “¿Llegaste a tiempo a la entrevista de trabajo?”, “¿Qué dije que iba a suceder si reincidías en no ponerte el cinturón de seguridad siempre que te subieras a un vehículo que contara con ellos?”.

Spanker y spankee deben estar totalmente presentes para llevar el hilo de la conversación a un ritmo apropiado y así evitar “desconectarse” o “perder el hilo/interés” por un segundo, pues el cúmulo de energía va en aumento de intensidad y para que el encuentro funcione tiene que haber disposición de parte de ambas, aunque se expresen de forma distinta y desempeñen roles diferentes en esencia.

Muy probablemente, la spankee tratará de zafarse del problema o dará la impresión de que quiere evitar el castigo, pero atención, que por increíble que parezca, eso podría ser indicador de que dimos un paso en la dirección adecuada. La spankee no se queda callada, hemos conseguido que se “enganche” en la conversación, aunque tenga cara de estar sufriendo por lo mismo. Pasa de evadir la conversación a participar en ella, aunque sea para discutir y protestar. E incluso cuando hay cierta renuencia a hablar o responder a las preguntas de la spanker, hay formas de lidiar con la resistencia…se sorprenderían con lo que logra la amenaza de pasar unos minutos extras en el rincón o las palabras “acabas de aumentar tu cuenta pendiente”, entre otras cosas.

La spankee no está ni en broma sujeta a la sumisión, no es esa su naturaleza (aunque existan spankees que disfruten tener una actitud sumisa durante la sesión y spankers que lo aprecien y sepan corresponder a ello). Pero, enfocándonos en la definición tradicional de “spankee”…es spankee, no sumisa. La sumisión no debe confundirse con la eventual obediencia ni debe esperarse lo mismo de una spankee que de una sumisa. La spankee no aceptará el castigo con los brazos abiertos (no siempre), pues es su “trabajo” y es parte de sus derechos y de su naturaleza resistirse hasta cierto punto y tratar de negociar para aligerar el castigo, aunque sabe que no podrá librarse del todo. Y qué tan severo o indulgente es el correctivo si la “negociación” surte efecto queda a consideración de la spanker.

Por su parte, la spankee posiblemente dará mil vueltas y lanzará contestaciones insolentes o evasivas a diestra y siniestra, y es comprensible. No se encuentra exactamente en una relación de amor-odio con la paliza que le espera, pero sí es algo que frecuentemente anhela y “rechaza” casi a partes iguales. Analizándolo bajo la lupa, el hecho de que te regañen durante un buen rato, te bajen o te hagan bajarte la ropa para castigarte y te calienten el culo hasta que te arrepientas de tus acciones pasadas o hasta que quede color tomate no suena precisamente envidiable o tentador, pero atravesar ese pequeño valle de lágrimas es lo que hará que el consuelo sea un desenlace aún más dulce, disfrutable, y por el que valga la pena sufrir un ratito. 

Dicho de otra manera: la intensidad del regaño y del castigo será directamente proporcional al alivio que la spankee sentirá al llegar el tan esperado aftercare (cuidados posteriores). Una vez más, queda claro por qué es importante “no quedarse corta”, como se ha mencionado en una entrada anterior…y no “pasarse de tueste”, desde luego, pero esa es harina de otro costal.

Llegado el momento, la firmeza de la top definirá la estabilidad de cada etapa de la sesión y su serenidad será decisiva para que la spankee haga acopio de valor y confianza para dar el paso y “saltar al vacío”, para obedecer a pesar de sentirse a ratos como un manojo de nervios ambulante y a pesar de que las mariposas en su estómago no se estén quietas.

Spankers: atesoren y aprecien la entrega de su spankee. Si la relación está bien cimentada, esa entrega será más que evidente en la sucesión de eventos durante la sesión. Cierto tipo de jueguitos y respuestas no sólo son señal de que tienen en sus manos a una spankee con tendencia a la malcriadez y que "busca que le pongan un estátequieto” (expresión más mexicana que el nopal), sino también señal de que confía en ustedes y por eso se permite actuar de determinada manera en su presencia. Está buscando algo y probablemente no se detendrá hasta conseguirlo. Adelante.

Spankees: tengan en cuenta que su spanker no es ni más ni menos humana que ustedes, con todos los pros y contras que eso conlleva. No muerde...muy fuerte. ¡Sólo bromeo! Pero no olviden que, por muy brats o malcriadas que ustedes sean, el final será el mismo. Con mayor o menor intensidad, pero será el mismo procedimiento, lamento informarles. Les van a calentar el culo, y les va a doler, aunque sea poco. Van a sentir vergüenza, ya sea por el regaño, por la posición, por la paliza en sí, por la casi inminente desnudez parcial, o por todo lo anterior. Pero no es el fin del mundo. Y, dicho sea de paso, buena parte de las spankers disfrutamos los retos moderados, concretamente el desafío mental-verbal bien fundamentado, elocuente. No precisamente perseguir a la spankee, mucho menos llegar al forcejeo físico, que no es algo que a todo mundo le agrade, pero me atrevo a afirmar que el diálogo creativo y el juego intelectual pueden ser igual de satisfactorios y emocionantes.

Spankos: no den nada por hecho. No hagan suposiciones ni escatimen en lo referente a la comunicación. Nadie lee mentes, por muy perceptiv@ que sea. Hablen, hablen, hablen tanto como haga falta y toquen cada tema que les inquiete las veces que sea necesario. ¿Hablar demasiado? No existe tal cosa. No cuando se trata de fijar límites infranqueables y llegar a acuerdos saludables y razonables con tu pareja de juego. Antes que nada, el spanking es una actividad consensuada entre adultos. Y claro, siempre está la posibilidad de decir “no”, sin culpa y con total claridad. No obstante, creo fervientemente que tod@s merecemos disfrutar este mundito y conocer a al menos una persona que nos haga querer decir “SÍ” a todo.

Para terminar, y sólo porque me es imposible callarme las analogías artísticas cuando rondan el terreno de mi hiperactividad mental, me gustaría cerrar con esto: un spanko antes de iniciar una sesión es como un actor o actriz en el camerino del teatro antes de salir a escena. Su mayor “enemigo” no es el aburrimiento, sino la ansiedad y el exceso de energía, misma que deberá canalizar con magistral profesionalismo al dar inicio la función y que amenaza con hacer estallar su mente y su cuerpo. Es verdaderamente algo para enloquecer, como mínimo. La energía es insoportable si permanece estática, como sucede con los atletas esperando el disparo de salida en la prueba de los 100 metros planos. No podemos adelantar ni atrasar el tiempo, todo está milimétricamente medido…y decir que la espera no es agonizante sería la mentira más grande jamás dicha.

¿Qué sucede entonces? La presión convierte el carbón en diamante. Es en ese momento cuando aprendes a interpretar los “nervios” como una expresión de la emoción. Temes, de cierta forma, ese momento. Pero lo deseas como pocas cosas, porque es algo insustituible, y el resultado o recompensa final es incentivo más que suficiente. El “no quiero salir al escenario” se convierte en “¡ya quiero salir a escena!”. El pánico pasa a ser euforia y abrazas la experiencia con todo, como venga. Saltas al vacío. Y lo digo por ambas participantes, no exclusivamente por las spankees. En la mente de la spanker, ocasionalmente, también aparecen pequeñas nubes de duda, especialmente si es la primera vez que sesiona con una spankee. Pero una vez que todo ha sido hablado (y siempre que no existan detractores ineludibles o causas de fuerza mayor que nos obliguen a dar marcha atrás), sólo queda dar el primer paso y seguir caminando. Sólo así se disipará la niebla y el camino se irá revelando gradualmente.

“Que el miedo no te impida hacer aquello que amas”. Claramente hablo de un miedo que no se debe a algo que amenaza tu vida o tu salud, debo remarcar que bajo ninguna circunstancia estamos obligadas a sesionar con alguien que no nos genera confianza ni a aceptar nada que no queramos, independientemente de que en ocasiones sea bueno y seguro ceder un poco para conocer cosas nuevas, pero para eso es necesario el diálogo y tomar siempre las medidas de seguridad pertinentes.

Una vez hecha esa aclaración, prosigamos. Si el “miedo” es mental, hazlo con miedo, pero hazlo. Habla. Pregunta. Responde. Mira a tu pareja de juego a los ojos (el tema de no ver a los ojos a la top/dominante en BDSM no siempre aplica en contexto spanko). Eso suele demostrar que te interesa corresponder a la confianza que es depositada en ti y que estás atenta a la conversación. Tiende la mano o toma la mano que te es ofrecida. Es tiempo de estar, y estar con  todo. El mundo exterior no existe en este momento. Aprovéchalo. Déjate ir. Aquí y ahora. Para que la magia funcione, hacen falta fundamentalmente dos cosas: presencia y voluntad.

Inhala profundamente, permite que el aire que te inunda y te rodea conecte tu mundo interno con el externo. Que conecte tu mundo con el de la persona frente a ti. Visualiza la escena y fluye con ella. Usar la imaginación es gratis, y la gran mayoría de l@s spank@s hemos sido dotad@s con una imaginación digna de destacarse.

“Aquí y ahora.” 

Cierras la puerta, te centras en el momento…la adrenalina se agolpa  en tu torrente sanguíneo, todos tus sentidos se agudizan. Tu temperatura está por los cielos, tu respiración y tu ritmo cardiaco compiten en una acelerada carrera cuyo fin no logras vislumbrar.

Tragas saliva y logras escuchar tus latidos con la misma nitidez con la que escucharías un alfiler golpear el suelo al caer. Y entonces comienza.

Una voz firme y clara llega a tus oídos y retira de tus hombros la pesada lápida de la expectación, permitiéndote soltar todo por un instante que podría extenderse tanto como tú te lo permitas. Con dos palabras basta y sobra para descongelar el tiempo y desatar una vorágine de sensaciones, trayéndote de vuelta a la vida como un par de desfibriladores a la vez que un nudo aparece en tu garganta. Y esto apenas es el inicio…

“Ven aquí.”

Comentarios

  1. Increíble entrada. Es exactamente así. Y como alguien que ha sesionado por primera vez hace muy poco, la verdad que me ha dado en el blanco la publicación. Siempre es un placer leerte Kat.

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  2. ¡El placer es mutuo! Recuerdo que, cuando empecé, básicamente fue gracias a los blogs que me eduqué en materia spanka, conozco esa sensación que viene cuando te identificas con quienes escribe y es muy lindo, un gusto y un honor saber que despertó algo similar en ti. Me encanta que podamos escribir cosas que hagan clic con otras personas que a su vez escriben, así continuamos con la tradición literaria, por decirlo de alguna forma.

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  3. Muy buena entrada, hay unos cuantos temas acá. Me quedo con la idea de cuidarnos pero tampoco dejar que el miedo nos impida hacer lo que deseamos

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  4. Más temas de los que puedo nombrar, y traté de no extenderme, pero hay más tiempo que vida y ya podremos comentarlos en el grupo y profundizar tanto como queramos en los detalles. Admito que la inspiración tomó posesión de mí (las maravillas de tener un ratito libre mientras esperas a alguien en la peluquería), pero al parecer mi subconsciente literario se decantó por el lado de la integridad y seguridad al buscar sesionar.

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    1. Está perfecto! Hay que hablar todos estos temas. Y lo de estar presente (el título), es un tema maravilloso también y mucho nuestra responsabilidad como tops

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