Ir al contenido principal

Micro Relatos II

 La Maestra de Historia

La campana sonó y el sonido de sillas y risas inundó el salón. Guarde mis cosas lentamente, mucho más lento de lo usual. Un par de amigas me dieron alguna mirada de compasión, otras de curiosidad pero la mayoría solo me ignoró, apuradas por salir del aula y empezar con lo que sería el fin de semana. No para mí. ¡Buen fin de semana Miss! , se escuchaba cada vez que una de mis compañeras abandonaba el salón, seguido de una respuesta igual de cordial y sincera. La maestra de Historia, Miss Raquel, era quizá una de mis profesoras favoritas. Eso solo hacía mucho más difícil toda esta situación.

- ¿Estás lista? – su voz me desconcertó un minuto, el aula ya se encontraba vacía y ella se encontraba mirándome fijamente desde su escritorio.

- Eh… si, perdón.

- Ven aquí por favor – su voz era cálida, siempre con una sonrisa aunque está vez pude notar en su mirada que estaba sería. No solía meterme en problemas, corrección, no solían atraparme. Me acerque hasta estar lo suficientemente cerca de su escritorio.

- Lo siento Miss – detestaba estar en problemas, sobretodo con ella.

- ¿Qué es lo que sientes?¿Copiar en el examen o que te atrapará? – Touché, pensé. Era casi como si pudiera adivinar lo que pensaba, temí por un segundo que en realidad tuviese ese súper poder, el de leer mentes.

- Copiar… yo….¡Intenté estudiar pero no me entraba nada! – me excuse pobremente.

- No mientas – me regañó – siempre prestas atención, siempre tienes las preguntas más interesantes de la clase. Eres una chica inteligente, pero eso no es suficiente.

- Lo… lo siento. -las mejillas se me tiñeron de rojo, tanto por el regaño como por el cumplido. Viniendo de ella era aún más especial.

- Te voy a dar otra oportunidad para subir la nota. Mil palabras sobre el tema de hoy, para la próxima semana. No reemplazará la nota pero si te ayudará a subirla.

- ¡Gracias! – exclamé aliviada, asumiendo que esa sería el final de nuestra conversación.

- No tan rápido. Copiar es inaceptable, debería informar a dirección y que ellos decidan tu castigo – suspensión , expulsión y otros escenarios más pasaron por mi mente en ese momento. Ninguno de ellos bueno – Pero… voy a darte a elegir, podemos ir a dirección o puedo castigarte yo.

- ¿Cuántos? – pregunté tragando saliva y sabiendo bien como sería aquel castigo, una vara larga colgaba detrás del escritorio, la disciplina tradicional era una de las cosas que enorgullecían a la institución.

- Diez, pero no con la vara – abrió el primer cajón de su escritorio y ví como retiraba una paleta de madera con agujeros. Ya la había visto antes y lo que me habían contado era que dolía un poco menos – Quizá este siendo demasiado comprensiva, pero sé que eres una buena alumna, considera esto la única oportunidad. Entonces… ¿Qué eliges?

- Usted… que me castigue usted, por favor.

- De acuerdo – se levantó del escritorio y con la paleta en mano me indicó con un gesto un pupitre de la primera fila – codos apoyados e inclinada sobre el pupitre.

Asentí mientras tomaba la posición indicada. Había recibido un par de castigos así antes pero nunca me había costado tanto. Sentí un nudo en el estómago. Intenté pensar en algo más, como que a la Miss Raquel le parecían interesantes mis preguntas.

- Copiar es inaceptable – volvió a repetir mientras levantaba mi falda, las mejillas se me tiñeron de rojo por segunda vez en un mismo día – Realmente no quisiera tener que hacer esto, pero no me dejas alternativa. Y espero que no tengamos que tener está misma conversación nuevamente. ¿Entendido?

- No, Miss…. Uhhh – el primer azote me tomo por sorpresa.

- Porque si vuelve a ocurrir – el segundo azote no fue menos fuerte que el primero – voy a ser mucho menos amable y comprensiva que ahora.

No hubo más conversación, solo el sonido de la madera haciendo impacto. Me concentré en mantener la posición pero era imposible no pensar también en cuánto me dolía. El último me hizo apretar las manos sobre el pupitre y un par de lagrimas humedecieron mis ojos. Sentí como bajaba nuevamente mi falda y colocaba una mano sobre mi espalda.

- Tomate tu tiempo, cuándo estés lista.

Me tomé un par de minutos para recuperar la respiración, cuando me levanté sentí una ligera incomodidad al caminar.

- ¿ Estás bien? – me preguntó mientras me ofrecía un pañuelo y otra de sus características sonrisas.

- Si…. Bueno…. ¿Debe doler, no? – bromeé mientras me secaba los ojos.

- Por supuesto. Y espero no tener que repetirlo.

- Yo tampoco….

- Lo quiero firmado el Lunes -se acercó a su escritorio y me entregó una hoja con su firma, fecha y motivo del castigo- junto con tu trabajo, estoy segura que será el mejor que haya leído tuyo hasta ahora.

- Si Miss…

- ¡Que tengas buen fin de semana! – me dio un abrazo y me despedí.

Cuando salí no había ya nadie en los pasadizos, al menos nadie que haya podido escuchar, pensé. Mochila en un hombro y camine hasta la parada del autobús. Tenía otro examen la próxima semana, definitivamente iba a estudiar para ese.


Comentarios

  1. Me encantó Stephanie! pero es que me encantan las escenas escolares. Es mi fantasía originaria, la que siempre vuelve. Me encantan también estos relatos cortos, creo que es un formato donde podríamos leer horas, uno tras otro.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Repitiendo errores...

Después del intenso castigo del lunes, pensaba que podría descansar… pero no. El martes tuve que ayudar a mi sobrina con su evento de primavera y, claro, me puse a hacer un sombrero de manualidades. Todo muy inocente, ¿verdad? Solo quería que quedara lindo. “Sí, inocente… hasta que alguien se da cuenta de que no estoy estudiando” , pensé mientras recortaba papel y pegaba brillantina. El problema fue que, creyendo que no había hecho nada malo, le envié la foto del sombrero a Rebe. Sí… a Rebe. Y su respuesta no fue un lindo “¡Uy, te quedó hermoso!” que esperaba. Lo tomó como una falta de sentido común, de obediencia, y una prueba de que no estaba cumpliendo con lo que me había dicho: estudiar para mi examen del miércoles. “Ups… creo que me voy a arrepentir de esto” , me dije, pero ya era demasiado tarde. Cuando llegó el miércoles, pasó lo inevitable: suspendí el examen. Y eso a Rebe solo le hizo darse cuenta de que el castigo del lunes había sido demasiado blando. —¿Cuándo puedes ir a lo...

¿Un cambio de chip? Un cambio de nalgas....

Era una linda tarde cuando me llegó un mensaje que a toda spankee le gustaba recibir: —Estás castigada. Sí, admítelo, amabas ese mensaje, ¿no? Enseguida agregó que no podía jugar videojuegos y que debía irme a la cama a las 23:30 hasta la semana siguiente; además, la idea era que aprovechara para descansar porque estaba resfriada y para estudiar la cantidad de cosas que tenía por entregar en las próximas semanas: trabajos, presentaciones, exámenes, etc. Como si una no tuviera nada mejor que hacer con su vida, ¿no? ¿¡Cuándo dormía la siesta?! Nada, me calmé, pensé en matemáticas, reflexioné, puse mi corazón sobre la mesa y escribí: —Está bien, no diré nada porque sé que me lo merezco —dije, orgullosa de mí misma. —¿Qué quieres decir? ¿Las otras veces no te lo merecías? —espetó Rebe como un balde de agua fría. Una queriendo mostrarse arrepentida y buena, y esas señoras te salían con esto… Insólito. Pero se preguntarán qué había hecho para estar castigada… bueno, les cuento. La historia c...

Un castigo como ningún otro

El día había llegado y a mí me tocaba recibir mi castigo por (para variar) no estudiar y estar de vaga. El procedimiento ya me lo conocía: llegar a la casa de Kevin (quien en ese entonces ya era mi exnovio), llamar a Rebe, abrir la llamada, aceptar el regaño y empezar con el castigo. Debo admitir que me causaba cosquillas en el estómago; dolía, y mucho, pero no era como unas nalgadas en persona. Era raro: algo entre miedo, nervios y emoción, todo al mismo tiempo. Como cualquier otro día, me acosté en la cama, abrí mi laptop y empecé la conversación con ese gracioso “holi”, como si no estuviera preocupada por lo que venía. Solo que, dentro de unos minutos, mis nalgas recibirían su merecido castigo —merecido según Rebe, claro—. “¿Nerviosa?” apareció en la casilla de mensajes, y bueno… ¿Quién no lo estaría en un momento así? Supongo que la Patricia que todos conocemos no estaría para nada nerviosa en un momento así pero yo sí sentía esa mezcla de nerviosismo, entusiasmo y terror que solo ...