Ir al contenido principal

Pasos de cebra...¿Morados?

Emma iba andando por la calle dirección al Mercadona cuando le sonó el teléfono.

- Mónica! Buenos días!

- Buenos días peque, cómo estás?

- Bien, camino al Mercadona, uis, que me atropellan, jajajaja.

- Mira por dónde vas, anda. Te lo he dicho muchas veces que tienes que...

- Que si que si, que ya se lo que me vas a decir, venga anda, no te enfades que te arrugas. Después hablamos. Besitos.

Y sin más, colgó. Tenía un nervio interior por haberle colgado y haberla dejado con la palabra en la boca. Era como una adrenalina que solo muy pocas podrán entender.

Estaba tranquilamente comprando cuando sintió como alguien tosia intencionadamente detrás de ella.

Al girarse, su cara se puso blanca como la leche.

- Mónica...

- Compra rápido. Te espero en el parking. (Dijo seria, con cara de muy mala leche)

Emma asintió sin decir nada, pues las palabras se quedaron en el estante de la lejía.

Compró sin saber lo que compraba, le temblaban hasta las pestañas. Ella notaba que se había roburizado de los mismos nervios. Solo quería alargar lo máximo el tener que ir hacia Mónica y, a la vez, quería que todo pasase rápido y poder respirar con normalidad.

Cuando llegó, Mónica no se bajó ni del coche. Guardo ella misma la compra y se sentó de copiloto.

De camino a casa solo había silencio. Tensión. Nervios por parte de Emma y vergüenza, mucha vergüenza por verse en esa situación.

Cuando entraron a casa, Mónica, sin hablar, ayudo a Emma a colocar las cosas y, aunque no quería sonreír, no pudo evitarlo cuando de la bolsa saco chuches para gatos. (Spoiler; no tenían gato).

- Y esto? Un nuevo aperitivo para nuestra dieta? (Dijo de forma irónica con una risa apunto de escapar)

- Yo ... Es que ...tú ... (Emma no daba pie con bola).

- Ve al comedor. Yo acabo con ésto. Al rincón.

- Si...

- Perdón?

- Si Señora... (Dijo, poniendo los ojos en blanco).

A Emma el paso del tiempo se le hacían años, aunque, en realidad, solo fueron diez minutos los que tardó Mónica en ir en su búsqueda.

- Emma, ven.

Sin buscar excusas ni quejarse Emma se dirigió hasta Mónica, que estaba sentada en el sofá esperando a que se pusiera sobre sus rodillas.

- Sabes porque voy a castigarte?

- Por colgarte el teléfono...

- Bien, vamos a empezar por ahí.

Y sin más dilación, comenzó a azotarle fuertemente y rápido sobre el pantalón alternando una nalga y otra. Al tener la proteccion del pantalón, Emma no sentía dolor si no que un picor lejano.

Cuando pasaron unos minutos le bajó el pantalón dejando al descubierto el bonito culo de Emma, la cual llevaba un tanga que no le tapaba nada.

Cuando los azotes se reanudaron, ahora sí se empezaban a escuchar las quejas de Emma. Quejas entre los regaños de Mónica. Gemidos liberados. Lágrimas de culpabilidad.

- Sniff, porfiii yaaa...

- De eso nada. Ya verás como no lo haces más. Tú te crees que está bien colgarme y dejarme con la palabra en la boca cuando lo único que hago es preocuparme por ti?

- Sniff sniff no lo volveré a hacer de verdad pero para yaaa sniff me arde...

- Y más que te va a arder. Ya puedes llorar todo lo que quieras, hoy acabas con el culo morado.

De un color rojo intenso ya se podían apreciar pequeñas mariquitas moradas de la mano. 

Lo que comenzó con un sollozo ahora era un llanto.

Lo que comenzó como gemidos ahora eran súplicas.

Cuando pasó mucho, mucho rato ya azotando con la mano, Mónica sacó de detrás del cojín que tenía en su espalda un maravilloso utensilio de tortura llamado cepillo de madera. Alias, el archienemigo de Emma.

Al sentir el primer cepillazo, Emma dió un bote que por poco no se planta en Japón.

Estaba siendo una azotaina muy dura. No sé iba a poder sentar en días.

- No está bien cruzar sin mirar. No es la primera vez que tienes un susto. Pero a partir de hoy, vas a mirar a los lados veinte veces antes de cruzar. Te lo aseguro.

Empezo la tanda de azotes con el cepillo. Estaba siendo muy dura, si, pero estaba muy enfadada y quería que calara bien el mensaje.

Apenas daba descanso.

Era azote tras azote a un ritmo energético.

Emma solo lloraba abrazada a un cojín y pedía disculpas entre lágrimas.

Cuando Mónica creyó que el culo de Emma ya había sido suficientemente castigado, dió por finalizada la zurra.

Ayudó a Emma a levantarse y la abrazó durante un rato acariciándole la espalda y el culo, que estaba hecho un mapa. Está a inchado y muy, muy morado. El cepillo había hecho su función. 

Una vez Emma se calmó Mónica ls cogió de la mano y la acompañó a la mesa del comedor. En ella había una libreta y un bolígrafo.

- Vamos con la última parte, peque. Copia "Debo prestar atención antes de cruzar y escuchar a mí Señora" cien veces.

Emma asintió sin decir nada, cabizbaja.

- Palabras peque. (Dijo Mónica levantando la barbilla de Emma para que la mirara a los ojos).

- Si, Señora.

Emma se sentó en la silla no sin mostrar con gestos obvios que le dolía el culo lo más grande.

Hizo las copias lo más rápido posible y después, Mónica la volvió a tumbar sobre sus rodillas para ponerle crema y darle muchos, muchos mimos.

- Gracias...

- Porque, peque?

- Por guiarme y no dejarme caer.

Monica le acariciaba a Emma el pelo aún con ella sobre sus rodillas.

- Eres mi niña, mi desastre, mi bicho, mi tormento y mi pesadilla... Eres... Mi todo.

Emma se puso roja, pues ciertas situaciones le daban vergüenza, cosa que a Mónica le había gracia y le gustaba a partes iguales.

- También has hecho que descubra mi color favorito...

Emma la miró con cara interrogativa.


- El morado de tu culo es un color precioso.

- Serás....!!!


FIN.

Comentarios

  1. Me encantó Laura!! Muchas gracias por escribir y compartir. De esto se trata esta fantasía que tanto nos gusta. Espero que sea el primero de muchos más relatos (y que pronto leamos los encuentros reales también)

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario Verónica. Agradezco tus palabras y...si...esperemos... Jajajajaja. :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Mily y Aly cap2: "Después de la calma, llegó la tormenta"

 Finalmente, habían acabado mis cinco días de tortura con esa dichosa dieta, y mi amiga vigilando que la siguiera al pie de la letra. Por fin, decidió ser buena conmigo y me compensaría con una noche de pelis y palomitas. Ya tenía todo listo en casa para su visita, excepto la cena (odio cocinar). Pediría una pizza para ella (ama la pizza), y yo comería una hamburguesa. Sonó el timbre; pensé que era la comida, pero era mi amiga. Le di la bienvenida, y justo detrás de ella llegó la comida que había pedido. Le pagué al repartidor, y Mily ya se encontraba sentada en el sofá, frente al televisor. Me miró con cara de pocos amigos. Mily: ¿Pizza? ¿Es en serio? Aly: Es para ti, sabes que no me gusta casi la pizza. Esta de aquí sí es para mí. (Le mostré la caja con la hamburguesa y las papitas y dejé todo en la mesa que estaba frente al sofá). Mily: Muy graciosa, Aly. Te acabas de recuperar y ya estás con eso de nuevo. Pero ni creas que te voy a permitir que comas esas cosas. Aly: Qué delica...

Una sorpresa inesperada

Había estado teniendo unos meses medio complicados entre el trabajo y algunos inconvenientes de salud. Debido a esos problemas de salud tenía una dieta estricta y estaba tomando medicamentos pero era muy cansado vivir de esa manera yo estaba acostumbrada a consentirme comprando cosas para mí, pero a diferencia de las demás mujeres yo no compraba ropa, zapatos o bolsos o esas trivialidades. Me gustaba consentirte como se consiente a una niña pequeña comiendo helado, pasteles, papitas y todas esas cosas que por desgracia mi doctora me prohibió así que como dije era un fastidio. Y para colmo soy una persona muy indiciplinada en cuanto a mi cuidado personal se refiere, además de ser spankee, si sabes lo que significa está palabra sabrás lo complicado que es ser yo en un mundo de adulto independiente y responsable pero bueno, dicen p or ahí que siempre hay una spanker dispuesta a enderezar nuestro camino y ahí se encontraba mi amiga Amy. Ya tenía algún tiempo de haberla conocido por faceboo...

Un castigo como ningún otro

El día había llegado y a mí me tocaba recibir mi castigo por (para variar) no estudiar y estar de vaga. El procedimiento ya me lo conocía: llegar a la casa de Kevin (quien en ese entonces ya era mi exnovio), llamar a Rebe, abrir la llamada, aceptar el regaño y empezar con el castigo. Debo admitir que me causaba cosquillas en el estómago; dolía, y mucho, pero no era como unas nalgadas en persona. Era raro: algo entre miedo, nervios y emoción, todo al mismo tiempo. Como cualquier otro día, me acosté en la cama, abrí mi laptop y empecé la conversación con ese gracioso “holi”, como si no estuviera preocupada por lo que venía. Solo que, dentro de unos minutos, mis nalgas recibirían su merecido castigo —merecido según Rebe, claro—. “¿Nerviosa?” apareció en la casilla de mensajes, y bueno… ¿Quién no lo estaría en un momento así? Supongo que la Patricia que todos conocemos no estaría para nada nerviosa en un momento así pero yo sí sentía esa mezcla de nerviosismo, entusiasmo y terror que solo ...