Ir al contenido principal

Micro Relatos III

 –¿Vanessa? –escuché mi nombre entre el barullo de voces.

–¿L1990? –pregunté tímidamente.

–Y sí…. Pero mejor puedes llamarme solo Lorena.

Habíamos comenzado a hablar desde hace semanas, un like en una foto había seguido a una pequeña conversación y eso a intercambiar números de teléfono. Y aunque hablábamos de casi todo, cada noche teníamos un tema recurrente. El mismo interés en común por el cual habíamos comenzado a hablar: el spanking.

Habíamos hablado sobre instrumentos, posiciones, fantasías, límites y expectativas. Desde el inicio sabíamos que estábamos en la misma ciudad así que cuando después de semanas conversando me invitó a tomar un café para conocernos, no lo pensé dos veces. Habíamos acordado que si me sentía cómoda ese café podía convertirse en algo más. ¿Un castigo? Quizás…. Motivos no le faltaban.

–Vamos a sentarnos –dijo Lorena mientras comenzábamos a sortear las mesas ocupadas hasta una apartada en una esquina del local. Era un café grande en el centro, rodeado de oficinas y centros empresariales por lo que casi todo estaba lleno.

–¿Llegaste muy temprano? –le pregunté intentando hacer conversación. Las palmas me sudaban e intentaba no pensar en lo que podría pasar, o no, a continuación.

–Muy poco. Tú llegaste a tiempo, estás intentando no sumar más motivos a la lista ¿No? –me preguntó con una sonrisa.

–¿Es muy larga esa lista?

–Larguísima. Pero algo me dice que podremos conversar sobre ella pronto.

–Quizá… –le respondí intentando controlar mi nerviosismo, si Lorena también estaba nerviosa, no se le notaba para nada.

Al café le siguió un sánguche y después de otra taza más. Estaba claro que ya habíamos agotado los temas de conversación para aquella tarde. Lorena era profesora universitaria, tenía tres perros y era spanko desde que tenía memoria. Teníamos fantasías muy parecidas, sino similares, y ambas buscábamos tener una dinámica de disciplina. Ambas éramos switch pero era claro entre ambas quién tenía el rol dominante en estos momento. Lo habíamos acordado así, además. Ambas habíamos tenido sesiones con anterioridad pero nunca realmente con alguien que compartiera una fantasía tan parecida a la nuestra. Ella además de tener mucha más experiencia como Spanker también lo consideraba su rol más natural, pero no era solo eso. La primera vez que me lanzó un regaño mientras una de nuestras tantas charlas en las semanas anteriores sentí una descarga que no había experimentado antes. Después de eso quedó claro que mi interés era provocarla y el de ella ser provocada.

–¿Debería pedir la cuenta? –me preguntó cuando le di el último sorbo a la taza.

–Sí –le respondí con la expectativa de la siguiente pregunta.

–Y después… ¿Deberíamos de tener una conversación sobre esa lista larguísima de motivos?

Me mordí el labio e intenté no responder tan rápido. Una parte de mi, la de preservación, quería decir que gracias, pero paso. Pero la otra quería esto. Lo necesitaba.

–Sí… –respondí con un susurro.

–Perfecto.

Lorena pidió la cuenta y después de haber pagado nos dirigimos a la concurrida avenida. El sol se estaba escondiendo, pero aún quedaban varios minutos antes de caer la noche. Caminamos poco y llegamos a un hotel que no me había percatado que existía hasta ahora. Identificaciones, tarjeta, llaves y subimos en el ascensor. Piso 7 y habitación 703. Mis números de la suerte.

–¿Estás nerviosa?

¡Sí! Pero no lo dije.

–No … ¿y tú? –me atreví a preguntarle.

–¿Yo? Yo no tengo razones para estarlo. Tu por otra parte…. ¿Necesitas ir al baño?

–Nop… –respondí mientras encendía la televisión.

–Dame eso –me quitó el control de la mano y procedió a apagarlo –Yo creo que no estás midiendo la gravedad del asunto.

Directo al grano y sin dudar. Me gustó. Y con esa mirada nuevamente, esa mirada de estás a punto de arrepentirte. Las mariposas en mi estómago no tardaron en aparecer.

–¿Y cuál asunto es ese? –pregunté jugando el papel de desentendida.

–¿Cuántas veces llegaste tarde al trabajo está semana?

–No recuerdo….

–¿Y cuántas veces te morías del sueño por las mañanas por quedarte en línea hasta tarde?

–Prefiero no responder.

–Qué cosa más curiosa… las veces que te regañé tenías todo que decir…. ¿No?

–Muy curiosa, sí – tragué saliva intentando no sonrojarme, más.

–¿Y recuerdas qué me dijiste cuándo te señale que era una lastima que aún no tuviéramos reglas?

–¡Quién necesita reglas!

–Tú…. Definitivamente tú… sobretodo porque te portas muy mal.

Listo, la frase. Hay ciertas palabras que como spanko es imposible no escuchar y sentir cosas.

–Yo … yo –las palabras se me quedaron atoradas. Y no fue necesario decir nada más. Lo siguiente que sentí fue un ligero tirón y ya me encontraba sobre las rodillas de Lorena. El primer azote siempre sorprende. Nunca recuerdas del todo cuánto dolía, picaba o hacia ruido.

–Yo creo que tú y yo vamos a tener una larga charla al respecto. Y algo me dice señorita que va a ser la primera de muchas….

–¡No! –exclamé más por vergüenza que por dolor. La palma de Lorena impactaba sobre mis leggins sin piedad y apenas había comenzado.

–Es la primera vez –dijo haciendo una pausa –juntas…. Así que voy a ser comprensiva. Pero te lo advierto, espero el mejor comportamiento de aquí en adelante.

–¡No! –volví a exclamar cuando sentí como me bajaba los leggins con ambas manos.

–¿No te vas a portar bien? –preguntó Lorena divertida.

–¡No! Digo ¡Sí! –contesté avergonzada. Y con esa respuesta los azotes se reanudaron. Me concentré en un punto en el suelo mientras intentaba no moverme demasiado. Quería preguntarle en qué parte de todo esto estaba siendo comprensiva pero me contuve.

–¿Trajiste tu cepillo? –su pregunta me desconcertó un segundo. Sí, lo había atraído. Lo había puesto en mi bolso desde la noche anterior. Era uno de bambú nuevo y de superficie ovalada.

–Sí…. ¡Pero dijiste que ibas a ser comprensiva! –le reclamé intentando no pensar en cuánto sí recordaba que dolía.

–Créeme si no lo fuera … ya estarías probando mi paleta –la amenaza fue acompañada de cuatro azotes rápidos en la parte baja de la cola –Ve por tu cepillo.

Me mordí la respuesta y caminé hacia mi bolso quitándome los zapatos y el jean en el camino. Cogí el cepillo, se lo entregué y de vuelta a mirar el punto fijo en el piso. Sentí el frío del reverso apoyado sobre mi cola.

–No voy a volverte a regañar porque sabes porqué estamos aquí ¿cierto?

–¡Si! – el primer azote me obligó a responder.

–Pero si te voy a advertir que si volvemos a tener está misma conversación voy a ser mucho menos amable –y con esa última amenaza le siguió el segundo azote. No fueron muchos pero fueron los suficientes para intentar cubrirme un par de veces. Un par de pares de azotes en los muslos evitaron una tercera vez. Para cuando terminó todo y dejó el cepillo a un lado, mi cola definitivamente estaba roja. Me dio un par de minutos antes de señalarme un rincón de la habitación.

–¿Es necesario? –le pregunté volviendo a ganar valor, ese que solo aparece cuando tienes la falsa impresión que no van a volver a castigarte prontamente.

–¿Prefieres regresar a mis rodillas? –ceja levantada y brazos cruzados. Fue suficiente para que me dirigiera al rincón señalado.

Nos quedamos charlando mucho más después. No tanto sobre la sesión, pero si sobre las expectativas de un próximo encuentro. El cansancio después de una paliza no tardó en aparecer y antes que me llevará Morfeo le envié a Lorena el último mensaje de la noche.

–Al final tenías razón 😩

–¿Sobre qué? 🤔

–Que también creo hoy fue la primera de muchas…. 😏


Comentarios

  1. WOW! Me ha encantado! De principio a fin. Me gusta cómo desarrollas los diálogos, lo espontáneo y real que parece todo lo que describes. Y jajajajaja pa variar me sentí doblemente identificada, esto de ser switch jajaja. Por supuesto que me vi como Lorena, la profesora universitaria... y después como la spankee (no mencionaste su nombre), jajaja por la impuntualidad. Me ha encantado el final con los emoticones jajajaja me las imaginé conversando por teléfono. Genial ese punto de realismo adicional. Muy bien! realmente estás escribiendo de forma brillante!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las dos caras de Rebeca es este relato jajaja!!!
      La verdad es que sí, está genial. Y captura muy muy bien lo cotidiano, el primer encuentro, etc. Ahora quisiera ver qué pasaría si se jugaran el rol de switch alguna de las dos (o ambas)

      Eliminar
    2. ahhhh jajaja me respondo a mí misma, Vanessa... estaba tan al principio que me despisté... cosa muy extraña en mí, no? ;)

      Eliminar
  2. Y como nop, tu escribiendo eso y yo que pienso que todo se me hace tan familiar jajajaja.
    Vamos mujer que estas escribiendo muy genial y me encanta leer tus personajes tan reales! Ahora toca que la ficción no pase a la realidad... porque yo sigo extrañando tus podcast 😜.
    Ya en serio mujer bella, que es increíble leer tu perspectiva de switch y ampliar mucho más la visibilidad de este rol tan incomprendido por estos lares, solo me quejo de que ahora hasta en los relatos esta tan blandita la situación! Que es esto? Época de pancitos? Eso que las spankers últimamente andan Muy suavecitas afectando hasta aquí!!
    Nonono, tocará ponernos manos a la obra chicas y buscar más motivos que luego ya ven que si una olvida lo que duele un azotito, no sea que ellas olviden como darlos 😏😏

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Amelia y Emma 1: la foto

 El sol de las tres de la tarde atravesaba los ventanales del bar y se proyectaba en el suelo y las mesas. Amelia estaba sentada sola y, aunque sostenía su Kindle como si estuviera leyendo, en realidad estaba mirando la hora. “Quince minutos tarde”, pensó. ¿Quién era esta chica que de la nada le sacaba una foto? ¿Y cómo consiguió su número? Sus pensamientos fueron interrumpidos por la joven en cuestión que irrumpió en el bar, con su actitud relajada y su sonrisa de oreja a oreja, se acercó y la saludó. Contradiciendo su natural tendencia a ponerse seria Amelia no pudo evitar devolverle la sonrisa. Dejó el dispositivo sobre la mesa y le hizo una seña al camarero. —Llegas tarde. —Claro que no. Amelia frunció el ceño por unos segundos y se limitó a mirarla. La joven tenía un aspecto casual pero deliberadamente cuidado, su indumentaria se percibía mucha calidad. Su cabello castaño oscuro y largo terminaba en ondas sutiles. Sus dientes eran perfectos. Amelia se distrajo un minuto

Amanda y Laura I: Los riesgos de no avisar.

 - ¡Mierda! – se escuchó el susurro en la habitación, a oscuras Laura estaba intentando prender la linterna de su celular. El departamento estaba en silencio y eran casi las cuatro de la madrugada. Una luz se encendió, la del velador. - ¿Amor? – preguntó Amanda. - Shhhhhh… no te vayas a despertar -contesto Laura, resignada de no haber podido encender su linterna. - Ya estoy despierta -respondió Amanda con evidente irritación- ¿Qué hora es? - Tem… hip.. prano… -una risa escandalosa confirmo las sospechas de Amanda, la salida de un par de copas y ya, se había convertido al final en algo más. - Te llamé varías veces -le reclamó Amanda. - Te amo ¿Te lo he dicho antes? – preguntó Laura mientras forcejeaba con su pijama. - Y yo a ti…. – Amanda dio un resoplido- No hay caso, ven a dormir. - ¿Es una orden señora? – preguntó Laura de forma juguetona. - Tú mejor obedece que ya estás en suficientes problemas. - ¿Me vas a castigar? – pregunto sin censura Laura mientras se acostaba. - Maña

Amanda y Samanta I: Las tres opciones.

 –¡Voy! – gritó Samanta desde su escritorio/comedor. Le dio un mordisco al chocolate que tenía encima y marcó con lapicero azul una de las tantas facturas que había estado ingresando al Excel toda la tarde. Samanta abrió la puerta y miro desconcertada un momento a Amanda. –¿Ya son las 6? –preguntó preocupada. –Hola para ti también –le contestó Amanda mientras entraba al departamento. El lugar no estaba sucio exactamente, pero era un pequeño caos. Se notaba que todo estaba fuera de su sitio como si hubiesen entrado a robar o alguien hubiese estado buscando cosas con desesperación. –Perdona se me hizo tarde –se disculpó Samanta intentando acomodar un par de cosas en el camino. –Ya, puedo notarlo…. ¿Te estás mudando? –preguntó con evidente diversión Amanda. –Ja… Y no… –Samanta volvió a sentarse en su comedor mientras volvía a enfocarse en las facturas que tenía enfrente –Tengo que ingresar hoy las compras que hice para la empresa con mi dinero o no me lo van a devolver hasta el mes qu