El día había llegado y a mí me tocaba recibir mi castigo por (para variar) no estudiar y estar de vaga. El procedimiento ya me lo conocía: llegar a la casa de Kevin (quien en ese entonces ya era mi exnovio), llamar a Rebe, abrir la llamada, aceptar el regaño y empezar con el castigo. Debo admitir que me causaba cosquillas en el estómago; dolía, y mucho, pero no era como unas nalgadas en persona. Era raro: algo entre miedo, nervios y emoción, todo al mismo tiempo.
Como cualquier otro día, me acosté en la cama, abrí mi laptop y empecé la conversación con ese gracioso “holi”, como si no estuviera preocupada por lo que venía. Solo que, dentro de unos minutos, mis nalgas recibirían su merecido castigo —merecido según Rebe, claro—.
“¿Nerviosa?” apareció en la casilla de mensajes, y bueno… ¿Quién no lo estaría en un momento así? Supongo que la Patricia que todos conocemos no estaría para nada nerviosa en un momento así pero yo sí sentía esa mezcla de nerviosismo, entusiasmo y terror que solo una spankee conoce.
Pasaron unos minutos y de repente, pasó: ese tono de llamada de WhatsApp sentenciaba que el momento había llegado. El momento de pagar todas aquellas horas jugando Roblox cuando debería haber estado estudiando. El momento que me enseñaría, aunque fuera por algunas horas, a hacer las cosas bien… o al menos a intentarlo.
Respiré hondo, sentí un nudo en el estómago y, por un segundo, me imaginé a mí misma intentando escapar de la pantalla, aunque sabía que no había escapatoria. Todo estaba listo: la cuenta regresiva, las instrucciones de Rebe, y esa mezcla extraña de miedo, cosquilleo y anticipación que solo estos castigos a distancia podían provocar.
La charla empezó con un regaño larguísimo, de unos veinte minutos, como siempre, donde Rebe no se guardaba nada: recordándome todas mis vagancias, cada hora perdida jugando, y dejándome claro que no podía seguir así. Yo trataba de escuchar, aunque parte de mí solo quería que eso terminara y empezara el “castigo oficial”.
Cuando terminó con la primera tanda de sermones, me dijo con qué instrumento empezaríamos: la cuchara de madera de la cocina. Abrí los ojos, recordando lo que eso significaba. Pronto me di cuenta de que no tenía la cuchara; la había perdido. Así que le dije, medio preocupada, que solo tenía la típica espátula de madera de la cocina, que dolía mucho más. Su respuesta fue seca pero directa: “Y bueno, no se puede hacer nada, no haberte portado mal”, yo me maldije por dentro pensando en por que no busqué la cuchara antes ya que prefería mil veces eso a esta espátula de madera. No pude pensar mucho en ello por que tan pronto como dijo eso empezamos con las nalgadas. 5 nalgadas por nalga, contadas en voz alta pidiendo por favor que la conexión no se cortara y debiera empezar de nuevo.
Después de la espátula, continuamos con el cepillo de madera, uff ese traicionero cepillo de madera que me deja precioso el cabello pero luego cae con crueldad sobre mis nalgas. Mientras tanto, no faltaron las preguntas típicas: “¿Qué vas a hacer de ahora en adelante?” y “¿por qué estamos haciendo esto?”, preguntas que en cada segundo te recuerdan que debes estudiar y que no hay escapatoria. Llegó un momento en que me reí por los nervios y Kevin lo notó de inmediato, observándome con atención. Lo peor fue cuando Rebe preguntó: “¿vas a estudiar?” y yo respondí sí, sonriendo, lo que Kevin interpretó como que no estaba nada arrepentida lo cual, muy en el fondo, quizás era verdad aunque bueno… eso cambiaría pronto, muy pronto.
Lo que no mencionamos antes es que Kevin había tallado con mucho cuidado y cariño (si… cariño….) una tabla de madera formando una especie de paleta de madera, que se usó, claramente, ¡¡en mis nalgas!! Cuando iba como por la nalgada número 800 Rebe dictó “ahora usemos la paleta”, mi cara fué de terror, por otro lado la de Kevin fué de satisfacción porque por fin se usaría el instrumento que tanto había tardado en hacer. Seguimos con el castigo, yo contando cada nalgada hasta llegar a las 1000 nalgadas, pensemos que cuando uno se da las nalgadas siempre reduce la fuerza y claramente eso Rebe lo sabía por que no tenía ninguna piedad con los números.
Cuando llegamos a las mil, cometí el error de mandarle una foto de cómo estaban mis nalgas pensando, ingenuamente, que le daría pena y terminaría el castigo de una vez por todas pero claramente no fué así. Rebe la observó y dijo: “Mmm… no están lo suficientemente rojas, 100 más”. Ahí cayó la primera bomba. Kevin intervino, diciéndole que cuando ella hizo las preguntas yo me reía y que parecía que no estaba nada arrepentida, intenté defenderme con todo lo que pude pero los nerviosa hacía que me riera y eso me hacía ver cada vez más culpable y uff, como odiaba eso de mí. Hablaron un momento como si no les importara que yo estuviera ahí intentando proteger mis nalgas… y ahí llegó la segunda bomba, la más poderosa: la frase de Rebe que podía tirar paredes:
“100 nalgadas más con la paleta, dadas por Kevin.”
Nunca antes me habían dado nalgadas presencialmente, y mucho menos por otra persona, y ni hablar con la paleta. Debo admitir que en ese momento me puse nerviosa, nerviosa de verdad.
No lo podía ver pero estaba segura que por dentro Kevin saltaba como una adolecente en un concierto de Justin Bieber, rápidamente dijo “está bien” y tomó la paleta mientras yo rezaba por que en ese momento cayera un meteorito, bueno exagero, si tenía un poco de ganas de eso pero los nervios me superaban. Y ahí empezamos, no se como aguanté las 100 nalgadas con la paleta pero pude hacerlo, algunos azotes eran mas pasables, otros ardían como nada que hubiera sentido y eso era por que Kevin daba 2 o 3 azotes en el mismo lugar, yo saltaba pidiendo que cambiará el lugar o cambiará de nalga pero la respuesta era al unísono (sí, Rebe y Kevin se habían unido en ese momento) “no”. No sé en qué número fué pero de repente salí la primera lágrima de mis ojos, la segunda siguió cayendo hasta que mi cara se había llenado de lágrimas que intenté ocultar con todo lo que pude.
Las nalgadas siguieron y yo las contaba como podía intentando luchar por mantener mis manos en el lugar pero a veces mi mano se giraba para ir a mis nalgas pero era detenida al instante. Al final terminó la nalgada número 100 dejándome con las nalgas el doble de rojas que estaban en la primera foto, ahí sí se notaba el color.
Luego de ello llegó el momento de calma, yo me secaba las lágrimas mientras Rebe me hablaba tranquila, relajada mostrando que a pesar de todo estaba ahí, deben decir que esas charlas tranquilas es un buen aftercare para mi pero claro, un abrazo también es lindo, ya llegará el momento. Pasaron 10 minutos o menos charlando, terminó la llamada y Kevin procedió a pasarme crema, fué ahí cuando se sorprendió ya que mis nalgas ya habían recuperado casi su color inicial, supongo que todas las spankees tenemos algo de curación rápida ¿será una característica en común? que se yo.
Mientras me pasaban la cremita Rebe tiró la última bomba del día “adivina como se sentirá una zurra enterita a manos de Kevin, bajo mi dirección”, cabe decir que eso me congeló hasta los pelos ¿no? todavía tenía el descaro de continuar con un “así que pórtate bien”, como si fuera tan facil, si lo fuera no estaría con dolor en las nalgas ajaja bueno se intenta pero ambas sabemos que eso no pasará, supongo que ahora estoy balanceandome en una cuerda y haciendo un buen trabajo pero quien sabe, en algún momento puede ser que me caiga y espero que Kevin no esté ahí ya que Rebe no dudará en pedirle que dé el castigo él desde la primera nalgada y Kevin no dudará en aceptar ese trabajo.
Me ha encantado la historia. Kevin sin duda disfrutándolo jajajajaj. Quiero foto de esa odiosa paleta!! 20 minutos de regaño, espero que desconectaras y estuvieras pensando en Roblox.
ResponderEliminarEnhorabuena chicas!! Preciosa experiencia
Me ha encantado! Gracias por contarlo de forma tan divertida. Mi parte favorita es la de la frase que podía tirar paredes jajjajajaja es un cumplido precioso 😍
ResponderEliminar