Ir al contenido principal

Retos - Parte 1

 - ¿Qué te parece si hacemos esto más entretenido?

- ¿Qué tienes en mente?...

Y en ese momento, debí de haber respondido ¡Nada! Vamos a portarnos bien. Hay una adrenalina cuando estás por hacer algo que se supone, y sabes bien, que no deberías estar haciendo. Todo había comenzado días antes con un pequeño debate acerca de quién de las dos se portaba peor. Las dos, fue la respuesta de la señora. Y obviamente ninguna estaba dispuesta a ceder. Habíamos decidido entonces apostar quién se ganaba un castigo primero.

- Retos – respondí mientras rellenaba mi vaso, habíamos quedado solo las dos aquella tarde para ponernos al día.

- ¿Provocarla o cómo?

- Y a ver con cuál de las dos pierde la paciencia primero, a menos claro que te dé miedo perder.

- ¡Ja! Ya quisieras, aquí la que va a terminar con el culo rojo eres tú.

- Veremos dijo el ciego.

Y no, no lo vi venir. La semana continuo con pequeños retos aquí y allá. Definitivamente mi amiga, Laura, tenía las de perder, ella y la señora, Amanda, eran pareja, vivían juntas y compartían un departamento en el centro de la ciudad. Una provocación por aquí y otra por allá.

No siempre nos veíamos las tres, pero aquella tarde teníamos planes de un vinito y conversar. Llegar diez minutos tarde era mi reto de ese día, el de Laura sería intentar esconder todas las copas que tenían antes que yo llegará. Llegué puntual y me quedé sentada mirando mi teléfono en la recepción del edificio.

Me sobresalté cuando mi teléfono empezó a vibrar y sentí un cosquilleo cuando vi de quién se trataba, pero intentando guardar la calma lo conteste a la tercera timbrada.

- ¿Dónde estás?

- Perdona se me hizo tarde pero ya-

- Te voy a dar una oportunidad. Y si eres inteligente la vas a tomar. Tienes que llegar antes de los diez minutos.

- Está bien, ya subo - me apresure a decir sin realizar que acababa de vender mi ubicación actual.

- Te estamos esperando.

La llamada se cortó y juro que el camino desde tomar el ascensor hasta la puerta del departamento de ambas nunca se me había hecho tan largo y a la vez tan corto. Con la premura que sentía estoy casi segura que de haber corrido por las escalares hubiese incluso llegado antes que en el ascensor. Toque tímidamente la puerta mientras miraba la hora en el celular, faltaban dos minutos aún de esos diez.

- Bienvenida, pasa por favor.

Iba a bromear acerca de cuánta formalidad cuando la imagen de un culo rojo en el rincón me dejó momentáneamente sin palabras. Desvíe la mirada ¿por vergüenza? No, ya habíamos tenido castigos juntas con anterioridad. Quizás porque sabía que aquello mismo iba a ocurrirme. Y en ese entonces comprendí que ya había perdido.

- Traje el vino… - levanté la botella mientras intentaba pensar en algo que decir cuándo las preguntas comenzarán.

- Gracias, en un momento lo abrimos. Pero primero…. ¿Tienes algo que quieras confesar?

Lo primero que pasó por mi mente fue mentir, pero algo de mi instinto de preservación aún estaba intacto. Amanda sabía lo de los diez minutos, debía de suponer que sabía todo. No culpo a Laura por hablar, conozco muy bien lo que hace una charla con el cepillo a estas alturas. Confiesas hasta las cosas que aún no has hecho pero estás por hacer. Y allí estaba, mi mirada se desvío hacia la mesa de centro. Un viejo pero definitivamente efectivo cepillo, que en alguna época distinta tuvo otro propósito distinto del de calentar culos.

- Estoy esperando y estoy segura que ya sabes que no me gusta esperar.

- ¡Estaba pensando!

- Para decir la verdad no necesitas pensar.

- Técnicamente no he hecho nada malo.

- Ya está… pantalones abajo y sobre mis rodillas.

- ¡Espera! Estábamos jugando con retos y a-

- En un minuto me lo cuentas, ahora no me hagas repetir lo que dije o voy a ser mucho menos gentil de lo que fui con tu amiga en el rincón.

¡¿Gentil?! Quise exclamar. Habían muchas cosas que sucedían en medio de una zurra, gentileza no era ninguna de ellas. Pero ya sabía muy bien que nada de lo que dijera iba a hacerla cambiar de opinión. Con toda la dignidad que fui capaz de recolectar, que era poca a esas alturas, me desabroché el jean que llevaba y me lo baje hasta por debajo de mis rodillas, altura casi reglamentaria para tener los pantalones en cada una de nuestras “conversaciones”. Marcha de pingüino y con lo que asumo estaba de roja mi cara me recosté sobre una de sus rodillas.

Sentí la primera nalgada al mismo tiempo que lograba acomodarme. Y si que fueron muchas.

Plas plas plas plas plas

- Intentémoslo de nuevo. ¿Tienes algo que quieras confesar? – preguntó Amanda sin detenerse. Definitivamente ya comenzaba a sentir los efectos de la palma de su mano en mi cola.

- ¡Era un juego! – exclamé intentando no mover demasiado las piernas, las primeras veces había sido todo un reto aceptar los castigos como se suponía debía de hacerlo.

Amanda se detuvo un momento, el suficiente para hacer que mi ropa interior se uniera a mis jeans en ubicación. Y con la misma energía con la que empezó reanudó el castigo en mi culo. Las nalgadas no solo hacían mucho más ruido que antes sino el dolor empezaba a construirse poco a poco en mi cola.

- Estoy esperando .. plas… plas… una respuesta satisfactoria …. Plas plas plas…. Y me temo que no vamos a empezar el castigo hasta que decidas confesar.

- ¿!Empezar?! Ok ok… - intenté ordenar mis ideas mientras Amanda seguía castigándome con la palma de su mano derecha – hicimos retos ahh… ¡no ahí no!

- Cuánto antes termines antes podremos empezar con el castigo – dijo Amanda mientras retomaba la conversación en mis muslos.

- ¡Nos retamos a hacer cosas para molestarte!

- ¿Y te parece eso aceptable? – Amanda se detuvo un momento, sentí como se inclinaba un poco hacia delante. A recoger el cepillo de madera, supuse, y estaba en lo cierto

- No, señora.

- No ciertamente no…. Y en qué cabeza pensaron que algo bueno podría salir de todo aquello.

- Lo siento….

- Yo también, porque ahora en lugar de estar disfrutando de un vino con ambas tengo que estar aquí enseñándoles una lección sobre pensar antes de actuar y a no dejarse llevar por las malas ideas. Pero descuida, en un momento lo vas a sentir más tú qué yo.

Y entonces el cepillo retomo la conversación. Es difícil mantener un hilo de pensamiento cuando te están castigando y lo único que tiene sentido sería escapar. Pero a la vez, existe el sentimiento de que nos merecemos lo que sea que estemos recibiendo y entonces solo queda la resignación de esperar que termine pronto.

- Sospeche algo por el comportamiento de ambas durante toda la semana, pero honestamente me sorprende que creyeran que podrían salirse con la suya.

- ¡Perdón! No más…por favor… argggg..

- No se trata de los retos… jugar pueden hacerlo entre ustedes pero no conmigo. Eso ya deberían de saberlo a estas alturas. ¿Y en qué momento se iban a detener? ¿Iban a jugar hasta el final de los tiempos?

- Perdía la que se …. Uhh… ganaba uncastigoprimero! – lo último lo dije apretando los dientes. No recordaba la última vez que Amanda había sido tan estricta con el cepillo. Estaba a punto de perder el control cuando los azotes se detuvieron.

- Pues noticia para ambas… ambas perdieron.

Sentí como dejaba el cepillo a un lado y me ayudaba a reincorporarme. El dolor en el culo era tal que me estaba siendo casi imposible no sobarme.

- Sin sobarse – me recordó Amanda casi como si adivinase mis pensamientos – y puedes ir colocándote en el otro rincón.

Nueva marcha de pingüino y ojos mirando fijamente un punto imaginario en la pared. Por primera vez en todo este rato me acordé de Laura a solo unos pasos de mi y tan en silencio que casi me olvidé que estaba allí. Pero definitivamente lo estaba, me pregunté cuánto rato llevaba ya en el rincón y cuánto más tendríamos que esperar.

- Si lo que querían eran retos – habló Amanda desde algún lugar y mientras caminaba con, asumí, dirección a las habitaciones - ahora les voy a traer uno de verdad a ambas


Otros relatos de esta serie:
Retos- Parte 2
Retos- Parte 3

Comentarios

  1. Me encanta!! Aún recuerdo esa época de retos jajajja cada quien la más suicida y jugando a saltar abismos

    ResponderEliminar
  2. Delicioso 💜 Cómo les gusta jugar con fuego a las malcriadas 😀

    ResponderEliminar
  3. ¡Me encantó Stephanie! Me encanta cómo escribís. Los retos no hay forma de que termine bien (cualquier parecido con la realidad...)
    ¿Ahora cómo hacemos para esperar una semana la siguiente parte?

    ResponderEliminar
  4. Me encanto! Aunque que manía la tuya de dejarnos con la intriga xd 😝

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Mily y Aly cap2: "Después de la calma, llegó la tormenta"

 Finalmente, habían acabado mis cinco días de tortura con esa dichosa dieta, y mi amiga vigilando que la siguiera al pie de la letra. Por fin, decidió ser buena conmigo y me compensaría con una noche de pelis y palomitas. Ya tenía todo listo en casa para su visita, excepto la cena (odio cocinar). Pediría una pizza para ella (ama la pizza), y yo comería una hamburguesa. Sonó el timbre; pensé que era la comida, pero era mi amiga. Le di la bienvenida, y justo detrás de ella llegó la comida que había pedido. Le pagué al repartidor, y Mily ya se encontraba sentada en el sofá, frente al televisor. Me miró con cara de pocos amigos. Mily: ¿Pizza? ¿Es en serio? Aly: Es para ti, sabes que no me gusta casi la pizza. Esta de aquí sí es para mí. (Le mostré la caja con la hamburguesa y las papitas y dejé todo en la mesa que estaba frente al sofá). Mily: Muy graciosa, Aly. Te acabas de recuperar y ya estás con eso de nuevo. Pero ni creas que te voy a permitir que comas esas cosas. Aly: Qué delica...

Una sorpresa inesperada

Había estado teniendo unos meses medio complicados entre el trabajo y algunos inconvenientes de salud. Debido a esos problemas de salud tenía una dieta estricta y estaba tomando medicamentos pero era muy cansado vivir de esa manera yo estaba acostumbrada a consentirme comprando cosas para mí, pero a diferencia de las demás mujeres yo no compraba ropa, zapatos o bolsos o esas trivialidades. Me gustaba consentirte como se consiente a una niña pequeña comiendo helado, pasteles, papitas y todas esas cosas que por desgracia mi doctora me prohibió así que como dije era un fastidio. Y para colmo soy una persona muy indiciplinada en cuanto a mi cuidado personal se refiere, además de ser spankee, si sabes lo que significa está palabra sabrás lo complicado que es ser yo en un mundo de adulto independiente y responsable pero bueno, dicen p or ahí que siempre hay una spanker dispuesta a enderezar nuestro camino y ahí se encontraba mi amiga Amy. Ya tenía algún tiempo de haberla conocido por faceboo...

Un castigo como ningún otro

El día había llegado y a mí me tocaba recibir mi castigo por (para variar) no estudiar y estar de vaga. El procedimiento ya me lo conocía: llegar a la casa de Kevin (quien en ese entonces ya era mi exnovio), llamar a Rebe, abrir la llamada, aceptar el regaño y empezar con el castigo. Debo admitir que me causaba cosquillas en el estómago; dolía, y mucho, pero no era como unas nalgadas en persona. Era raro: algo entre miedo, nervios y emoción, todo al mismo tiempo. Como cualquier otro día, me acosté en la cama, abrí mi laptop y empecé la conversación con ese gracioso “holi”, como si no estuviera preocupada por lo que venía. Solo que, dentro de unos minutos, mis nalgas recibirían su merecido castigo —merecido según Rebe, claro—. “¿Nerviosa?” apareció en la casilla de mensajes, y bueno… ¿Quién no lo estaría en un momento así? Supongo que la Patricia que todos conocemos no estaría para nada nerviosa en un momento así pero yo sí sentía esa mezcla de nerviosismo, entusiasmo y terror que solo ...