Ir al contenido principal

La Maestra de Historia II

 Miss Raquel entró al aula con su característica sonrisa mientras todas nos poníamos de pie. Una tradición algo anticuada si he de opinar, pero que se mantenía junto con otras también algo anticuadas para la época.

-¡Buenos días a todas! Hoy veremos la lección cuatro del libro pero primero pasen sus trabajos a su compañera de adelante y así hasta que lleguen a la primera fila y espero que todas se hayan esforzado porque es uno de los temas que vendrá en el próximo exámen. -el coro de decepción al escuchar la palabra exámen no tardó en escucharse en el aula. Y la mirada atenta de Miss Raquel sobre mi tampoco, me dedico una sonrisa rápida y se la devolví.

Recibí el trabajo de mi compañera de atrás y le di una última mirada al mío antes de seguir el traspaso hacía adelante. Mis dos tristes y solitarias hojas, siendo una de ellas la carátula.

El tema me había causado ilusión. Segunda Guerra Mundial. Miss Raquel me había estado preguntando sobre mi trabajo desde el día que lo dejo y yo le había estado compartiendo mis ideas y preguntas sobre como lo iba a desarrollar. Había mejorado mis notas desde nuestra última charla y la motivación con la que me animaba cada vez que nos veíamos había sido suficiente para seguir esforzándome todo este tiempo. Sin embargo cada vez que llegaba a mi casa, lejos de su mirada, no podía evitar volver a caer en viejos hábitos. Una trasnochada cada tantos días y salvar a último minuto cualquier tarea o trabajo pendiente. Había estado a punto de fallar un par de veces pero siempre lograba sacar algo decente y satisfactorio para entregar.

No está vez, había jurado que tenía más tiempo. Y además cada vez que intentaba escribir algo al respecto había otras cosas mucho más divertidas que hacer. Me sentía incluso tonta cuando intentaba escribirlo. Volví a mirar mis dos hojas y las entregué. Técnicamente no había fallado en entregar el trabajo, eso debía de contar.

-¡Y no se olviden de estudiar las principales diferencias, buen fin de semana chicas! – se despidió Miss Raquel cuando la campana del último periodo sonó. Me apresure a guardar mis cosas pero antes de ponerme la mochila al hombro me hizo un gesto para que me acercará.

-¿Si Miss? -pregunté intentando sonar confiada.

-Espera un momento que tenemos que hablar -me contestó seria. Me senté nuevamente en mi pupitre mientras veía como una a una el resto de mis compañeras abandonaba el aula y se retiraba. Seguí sentada esperando mientras escuchaba como también se terminaban de vaciar los pasadizos de alumnas ansiosas por terminar la semana escolar y empezar el fin de semana.

Abrí un libro y fingí que lo hojeaba, esperando que me llamara en cualquier momento. Luego de un rato en silencio levanté la mirada solo para encontrarme con la mirada atenta de Miss Raquel, me sonroje instantáneamente.

-¿Qué voy a hacer contigo? -me preguntó mientras se levantaba de su asiento, con mi trabajo en la mano y lo colocaba sobre mi pupitre.

-¡Si lo entregué! -me defendí cuándo aún no había sido siquiera acusada.

-¿Segura que ese es el camino que quieres que tomé está conversación? -me retó con evidente enojo.

-Lo siento…. -susurre mientras clavaba la mirada en la hoja que estaba frente a mi.

-La extensión de solo una hoja por si sola es un problema. Pero lo aceptaría si supiera que eso es lo mejor que pudiste hacer con todo el tiempo que tuviste.

-Son dos hojas…. -mencione despacio, dándome cuenta inmediatamente del error. Yo y mis ganas de hablar.

-¿Perdona? -levantó ligeramente la voz, algo que nunca había hecho antes – Realmente no puedo creer que tengas el descaro de querer defender esto.

Levanto con una mano mi trabajo y lo volvió a dejar sobre mi pupitre.

-Se me pasó el tiempo y-

-¡Sin excusas! -me amonestó – creía que tú y yo teníamos claro cuáles eran tus expectativas pero me parece que vamos a tener que volver a conversar sobre ellas.

Me sonroje, sabiendo muy bien a que tipo de charla se refería.

-¿Tienes algo que decir, Sofía?

-No… -negué con la cabeza sin quitar la mirada del suelo- Miss Raquel dejo escapar un resoplido largo antes de volver a hablar.

-Bien, quiero que te coloques en el rincón libre de al frente, estoy segura que sabes cómo. Y pienses muy bien en qué explicación sobre está …. Hoja…. Me vas a dar.

Levanté la mirada sorprendida. Claro que sabía a qué se refería con colocarme en el rincón libre pero eso era algo que nadie de mi edad hacía desde hace ya varios años.

-¡Ahora! -ordenó Miss Raquel mientras sin esperarme regresaba a su asiento. La seguí casi de cerca y cuando estaba ya al frente camine hasta el único rincón libre.

Dos paredes, una unión. Realmente si me pidiesen que resumiera la experiencia sería una única palabra: aburrida.

No estoy segura de cuánto tiempo estuve allí, pero lo que si estoy segura fue que debí de haber estado pensando en que responder antes de escuchar la voz de Miss Raquel llamándome.

-Entonces voy a volver a preguntar… ¿Tienes algo que decir Sofía?

-Perdón…

-Sofía…. -estaba segura que el castigo no iba a ser agradable pero hubiese dado cualquier cosa por pasar a ello de una vez antes de ver la mirada de decepción en el rostro de mi maestra – Estoy segura que lamentas haberte metido en esta situación…. Porque para aclarar estás en problemas. Pero lo que quiero saber es, ¿Por qué no escribiste todas las geniales ideas que tenías para el trabajo?

-Yo… yo…. ¡Me distraje! Que más da… ya está. Ya perdí la nota….

-¿Te distrajiste cada día durante dos semanas? -preguntó levantando la ceja- ¡Tenías buenas ideas para desarrollar el trabajo!

-¡Eran estúpidas! -grite sin darme cuenta que lo había hecho hasta después que el sonido abandonará mi garganta. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me las limpie lo más rápido que pude con el dorso del puño de la polera que llevaba puesta. La segunda peor cara de ver en alguien que te importa después de decepción, es la de lástima.

-Debiste de haber venido a hablar conmigo antes.

-¿Para qué? Iba a decir que eran buenas ideas de todas formas ….

-¿Crees que miento? -negué con la cabeza - ¿Quién te dijo eso a todo esto?

-¡Que importa! Es cierto…. El trabajo iba a ser una mierda con una o más hojas.

-¡Lenguaje! – me regaño Miss Raquel- Y eso no es cierto. ¿Y sabes porqué?

-Déjeme adivinar… porque soy una chica inteligente -respondí con evidente sarcasmo.

-También pero además porqué cada punto que mencionaste los anoté para referencias sobre como corregir los demás trabajos -abrió el primer cajón de su escritorio y poniendo una hoja sobre la mesa me mostró anotaciones de todas las preguntas que le había hecho durante las anteriores dos semanas. Mi corazón dio un pequeño brinco de orgullo.

-Debí de haber incluido más temas …. -dije mientras ponía cara de culpa.

-¿Te parece? -preguntó sin ser realmente pregunta mientras volvía a colocar mi trabajo sobre la mesa- te voy a decir lo que vamos a hacer…. No voy a aceptar este trabajo y te voy a dar una semana adicional para entregarlo. Voy a restarte dos puntos menos porque sino no sería justo para el resto pero aún así espero que sea el mejor trabajo que puedas entregar, ¿entendido?.

-Si Miss Raquel, gracias.

-Aún no me agradezcas. Cómo ambas acabamos de acordar, si no voy a aceptarte el trabajo es como si no lo hubieses presentado. Y me parece que ya habíamos hablado sobre entregar trabajos a tiempo, ¿Cierto?

Tragué saliva, adivinando un poco a qué se refería con todo esto.

-Si…. ¡Y no va a volver a suceder!

-¡Que alegría escuchar eso! Pero vamos a mejor asegurarnos. -se levanto de su silla y yendo detrás de su escritorio, en una esquina colocada dentro de un recipiente largo, se encontraba la vara reglamentaría de la escuela. La recogió y le dio dos ligeros movimientos en el aire, el sonido de una vara en el aire no es algo que se olvide fácilmente.

-¡Por favor! No con eso…

- Van a ser diez.

-¡No voy a volver a fallar en un trabajo!

-Ahora puedes apoyar tus codos sobre el escritorio o pueden ser doce en lugar de diez, tu decisión.

Rogué en silencio con la mirada una vez más, pero la cara seria de Miss Raquel no dejaba lugar a dudas. Iba a usar la vara y era su última decisión. Me coloque en la posición indicada y un segundo después sentí como levantaban el vuelo de mi falda y bajaban mi ropa interior. Un ligero rubor se manifestó en mis mejillas, pero el miedo era mucho más fuerte que el pudor en estos momentos.

-La próxima vez que tengas este tipo de dudas sobre ti misma, quiero que me las compartas y juntas lo podemos solucionar. ¿Estoy siendo clara?

-Si Miss Raquel…..

-¿Te han castigado con la vara antes?

La pregunta me desconcertó un segundo, pensé la respuesta y la realidad es que está sería la primera vez. Negué con un movimiento de cabeza.

-Esta bien…. Vas a mantener los codos sobre la mesa en todo momento o sino empezamos de nuevo.

¡¿Empezar de nuevo?! Un ligero pánico recorrió mi cuerpo pero no me dio tiempo de hacer una nueva pregunta pues el primer golpe cayó sobre mi cola en ese momento. Di un ligero brinco pero mantuve mis codos sobre la mesa.

Había escuchado sobre castigos con la vara, obviamente. No eran decorativas. Pero nunca había hecho nada lo suficientemente malo como para ser merecedora. Ahora, en este momento, las anécdotas de mis amigas sobre como dolía el instrumento tomaban mucho más sentido que antes para mí. El segundo golpe no cayó muy lejos del primero y me contuve lo suficiente para no perder la posición. Respire hondo y el tercer golpe no fue mejor que los anteriores.

-¡Ahh! Por favor…. -suplique luego del sexto azote.

-¿Qué vas a hacer hoy inmediatamente apenas llegues a tu casa? -el séptimo rozo los muslos.

-¡Hacer el trabajo! ¡Ya no más!

-Faltan solo dos…. -me dio dos ligeros golpecitos con la vara como quién planea dónde caerá el próximo – Y Sofía…..

-¿Si, Miss? -pregunté cerrando los ojos, expectante del siguiente golpe.

-No sé quién te dijo eso sobre tus preguntas, pero se equivoca. ¿Y sabes cómo es la mejor forma de demostrárselo?

-No….

-Pues ignorando esos comentarios y haciendo exactamente eso en lo que nos menospreciaron -el noveno me dolió lo suficiente como para doblar ligeramente las rodillas, pero mantuve los codos sobre la mesa.

El décimo me lo esperaba, y aún así dolió como si no. Me quedé un rato recuperando el aire e intentando no pensar, tarea imposible, en cuánto me dolía el culo en estos momentos.

Sentí una mano sobre mi espalda, pero no levanté la mirada. Un par de lágrimas volvieron a asomarse en mis ojos.

-Tomate tu tiempo …. Y te arreglas la ropa cuando ya estés lista -sentí como caminaba pasando el escritorio y el sonido de cuando dejaba la vara nuevamente en su sitio. Respire hondo un par de veces más antes de abandonar la posición y subirme la ropa interior. Acomode mi falda y cuando levanté la mirada Miss Raquel estaba con una sonrisa y un pañuelo desechable.

-Gracias…. -acepte el pañuelo seguido de un abrazo.

-De nada… Vamos, es tarde…. Te llevo a tu casa.

-Gracias … -volví a agradecer mientras recogía mi mochila. El viaje hacía mi casa no fue exactamente un paseo pero ya me había resignado a tener problemas para sentarme en el futuro próximo.

Al llegar prendí la computadora y abrí el trabajo que me había metido en tantos problemas el día de hoy. Una necesidad compulsiva por escribir me invadió. Pero no debido al dolor que aún sentía al sentarme o el miedo a la vara, que era muy real. Sino porque sabía que podía hacerlo y lo iba a demostrar.


Otros relatos de esta serie:
La Maestra de Historia
Micro Relatos II

Comentarios

  1. Qué buen relato Stephanie, creo que de lo mejor que escribiste. El personaje de la profe está impecable. Tiene razón, entregarlo tarde no cuenta como haberlo entregado (ya sabemos de qué hablamos), pero en este caso publicar un relato tan genial como este me alegró el día. Me dan ganas de reconectar con el rol. Gracias por escribir!

    ResponderEliminar
  2. Ayyyy este relato tiene todos los ingredientes. Francamente, es brillante. A momentos enternece, en otros se te econge el estómago y el final, ¡qué bonito final! Realmente, espero que continúes con estos personajes, están muy bien definidos, se pueden sentir, casi que palpar, como que las conocieras de antes.

    Bueno, valió la pena la espera. Me alegro que te haya tocado al fin la musa (esperemos que a la famosa musa no le de por procrastinar jajajajaja).

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. La Historia me apasionaba, hubiera sido incapaz de no sacar sobresalientes jajaja 😝 En cambio si fuera la profesora de Matemáticas… uff, no me perdía unas buenas azotainas, pero la habría odiado el doble 😤

    ResponderEliminar
  4. Me encanta. Esa motivación contundente y un refuerzo de cierta forma "cariñoso" es más que suficiente para hacer algo que se salga de la zona de confort, algo que no caiga en la mediocridad, esa terrible enemiga de la humanidad hoy en día. Ser vistas por alguien, bueno, en ocasiones obra maravillas. El relato es excelente, como sus predecesores, y aunque la segunda guerra mundial es uno de mis temas menos favoritos estoy segura de que la señorita en cuestión llegó a casa decidida y desbordada de inspiración para redactar el trabajo de manera decente. En alguna ocasión una maestra (que, entre otras materias, me daba la clase de historia en 4o grado de primaria) me dio la oportunidad de volver a presentar un trabajo o un examen, no recuerdo bien, porque por distraída dejé sin contestar la hoja de atrás o algo así y ella sabía que normalmente era excelente alumna y ese descuido había sido un desliz por demás atípico en mí; se lo agradecí en el alma, yo a mis cortos 10 años, pero lo que me queda de eso es un grato recuerdo y la sensación reconfortante de que siempre existe alguien que ve más allá de lo aparente, alguien cuya atención suele ser bienvenida porque, efectivamente, entramos en razón gracias a su guía y paciencia, pero también gracias a su firmeza y buena voluntad.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Mily y Aly cap2: "Después de la calma, llegó la tormenta"

 Finalmente, habían acabado mis cinco días de tortura con esa dichosa dieta, y mi amiga vigilando que la siguiera al pie de la letra. Por fin, decidió ser buena conmigo y me compensaría con una noche de pelis y palomitas. Ya tenía todo listo en casa para su visita, excepto la cena (odio cocinar). Pediría una pizza para ella (ama la pizza), y yo comería una hamburguesa. Sonó el timbre; pensé que era la comida, pero era mi amiga. Le di la bienvenida, y justo detrás de ella llegó la comida que había pedido. Le pagué al repartidor, y Mily ya se encontraba sentada en el sofá, frente al televisor. Me miró con cara de pocos amigos. Mily: ¿Pizza? ¿Es en serio? Aly: Es para ti, sabes que no me gusta casi la pizza. Esta de aquí sí es para mí. (Le mostré la caja con la hamburguesa y las papitas y dejé todo en la mesa que estaba frente al sofá). Mily: Muy graciosa, Aly. Te acabas de recuperar y ya estás con eso de nuevo. Pero ni creas que te voy a permitir que comas esas cosas. Aly: Qué delica...

Una sorpresa inesperada

Había estado teniendo unos meses medio complicados entre el trabajo y algunos inconvenientes de salud. Debido a esos problemas de salud tenía una dieta estricta y estaba tomando medicamentos pero era muy cansado vivir de esa manera yo estaba acostumbrada a consentirme comprando cosas para mí, pero a diferencia de las demás mujeres yo no compraba ropa, zapatos o bolsos o esas trivialidades. Me gustaba consentirte como se consiente a una niña pequeña comiendo helado, pasteles, papitas y todas esas cosas que por desgracia mi doctora me prohibió así que como dije era un fastidio. Y para colmo soy una persona muy indiciplinada en cuanto a mi cuidado personal se refiere, además de ser spankee, si sabes lo que significa está palabra sabrás lo complicado que es ser yo en un mundo de adulto independiente y responsable pero bueno, dicen p or ahí que siempre hay una spanker dispuesta a enderezar nuestro camino y ahí se encontraba mi amiga Amy. Ya tenía algún tiempo de haberla conocido por faceboo...

Un castigo como ningún otro

El día había llegado y a mí me tocaba recibir mi castigo por (para variar) no estudiar y estar de vaga. El procedimiento ya me lo conocía: llegar a la casa de Kevin (quien en ese entonces ya era mi exnovio), llamar a Rebe, abrir la llamada, aceptar el regaño y empezar con el castigo. Debo admitir que me causaba cosquillas en el estómago; dolía, y mucho, pero no era como unas nalgadas en persona. Era raro: algo entre miedo, nervios y emoción, todo al mismo tiempo. Como cualquier otro día, me acosté en la cama, abrí mi laptop y empecé la conversación con ese gracioso “holi”, como si no estuviera preocupada por lo que venía. Solo que, dentro de unos minutos, mis nalgas recibirían su merecido castigo —merecido según Rebe, claro—. “¿Nerviosa?” apareció en la casilla de mensajes, y bueno… ¿Quién no lo estaría en un momento así? Supongo que la Patricia que todos conocemos no estaría para nada nerviosa en un momento así pero yo sí sentía esa mezcla de nerviosismo, entusiasmo y terror que solo ...