Ir al contenido principal

El primer encuentro (Parte 3 de 6)

 Mientras la escuchaba leer una a una todas las faltas anotadas en la libreta, no podía evitar sentir un temblor interno que me recorría de arriba a abajo. No sabía cuánto tiempo hacía ya que estaba en esa posición, pero estaba empezando a ser consciente del peso de mis brazos y la necesidad de girarme para ver lo que estaba pasando era cada vez más grande.

- ¿Me estás escuchando? 

Su voz firme me sacó una vez más de mi ensoñación. Me apresuré a contestar, mientras el miedo comenzaba a aumentar al darme cuenta que no era verdad, me había perdido en mis pensamientos y no tenía registro de qué era lo último que me había dicho.

- Sí, señora

- No me parece... A ver, ¿qué falta te acabo de leer?

- Ehh... ¿la vez que me quedé dormida y llegué tarde al trabajo?

- Felicitaciones señorita, acabás de agregar dos motivos más a tu larga lista para hoy: no escucharme cuando te hablo y mentirme cuando te pregunto.

- Perdón, yo...

- Silencio, no quiero escuchar tus excusas. Por ser tu primera vez me parecía importante que tuvieras un tiempo para recordar por qué estás acá antes de empezar con tu castigo. Pero como veo que no lo estás aprovechando vamos a pasar directamente a que veas lo que pasa cuando rompés las reglas.

Mientras hablaba escuché ruidos que podían ser los de una silla moviéndose y algo que parecía ser un cierre abriéndose. No podía creer que mi plan de no darle más motivos para enojarse conmigo me estuviera saliendo tan mal.

- Quiero que vengas ya mismo y te pongas sobre mis rodillas, no voy a perder más tiempo tolerando que no te tomes esto en serio.

Apenas escuché su orden me giré y tuve una visión un poco más amplia de la oficina que la que había tenido al entrar. En el medio de la misma se encontraba ella, imponente, sentada en una silla esperándome. A su derecha había un escritorio de madera sobre el cual no tardé en reconocer algunos de los instrumentos que sabía que hoy iba a sentir. Prolijamente acomodados alcancé a distinguir un cepillo de madera, una paleta de cuero y una regleta. Una vez más un temblor me recorrió la espalda, pero me apresuré a recostarme sobre sus rodillas para no demorar más en cumplir con su orden.

- Normalmente empiezo mis castigos sobre la ropa, pero perdiste ese derecho al mentirme hoy. Cuando salgas de acá no te van a quedar más ganas de romper las reglas ni de no prestar atención cuando te hablan.

Mientras hablaba pude sentir como levantaba mi pollera y antes de poder procesar del todo lo que estaba pasando, la primera tanda de golpes empezó a caer.

Otros relatos de esta serie:
El primer encuentro (parte 1 de 6)
El primer encuentro (parte 2 de 6)
El primer encuentro (parte 4 de 6)
El primer encuentro (parte 5 de 6)
El primer encuentro (parte 6 de 6)

Comentarios

  1. Y ahora sí viene lo bueno 👀! Jajaja. Debo confesar que (al menos a mí) me está costando esto de leer en tantas partes jaja ... ya quiero saber que pasa! Gracias por seguir el relato ;3 espero la siguiente parte con ansias.

    ResponderEliminar
  2. ¡Ahhhhhhhh, siempre me dejas picada!
    Me encantó sigue por favor

    ResponderEliminar
  3. ¡Gracias por sus comentarios! Dicen que lo bueno se hace esperar... Por lo pronto, la cuarta parte ya está publicada, espero que les siga gustando :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Amelia y Emma 1: la foto

 El sol de las tres de la tarde atravesaba los ventanales del bar y se proyectaba en el suelo y las mesas. Amelia estaba sentada sola y, aunque sostenía su Kindle como si estuviera leyendo, en realidad estaba mirando la hora. “Quince minutos tarde”, pensó. ¿Quién era esta chica que de la nada le sacaba una foto? ¿Y cómo consiguió su número? Sus pensamientos fueron interrumpidos por la joven en cuestión que irrumpió en el bar, con su actitud relajada y su sonrisa de oreja a oreja, se acercó y la saludó. Contradiciendo su natural tendencia a ponerse seria Amelia no pudo evitar devolverle la sonrisa. Dejó el dispositivo sobre la mesa y le hizo una seña al camarero. —Llegas tarde. —Claro que no. Amelia frunció el ceño por unos segundos y se limitó a mirarla. La joven tenía un aspecto casual pero deliberadamente cuidado, su indumentaria se percibía mucha calidad. Su cabello castaño oscuro y largo terminaba en ondas sutiles. Sus dientes eran perfectos. Amelia se distrajo un minuto

Amanda y Laura I: Los riesgos de no avisar.

 - ¡Mierda! – se escuchó el susurro en la habitación, a oscuras Laura estaba intentando prender la linterna de su celular. El departamento estaba en silencio y eran casi las cuatro de la madrugada. Una luz se encendió, la del velador. - ¿Amor? – preguntó Amanda. - Shhhhhh… no te vayas a despertar -contesto Laura, resignada de no haber podido encender su linterna. - Ya estoy despierta -respondió Amanda con evidente irritación- ¿Qué hora es? - Tem… hip.. prano… -una risa escandalosa confirmo las sospechas de Amanda, la salida de un par de copas y ya, se había convertido al final en algo más. - Te llamé varías veces -le reclamó Amanda. - Te amo ¿Te lo he dicho antes? – preguntó Laura mientras forcejeaba con su pijama. - Y yo a ti…. – Amanda dio un resoplido- No hay caso, ven a dormir. - ¿Es una orden señora? – preguntó Laura de forma juguetona. - Tú mejor obedece que ya estás en suficientes problemas. - ¿Me vas a castigar? – pregunto sin censura Laura mientras se acostaba. - Maña

Amanda y Samanta I: Las tres opciones.

 –¡Voy! – gritó Samanta desde su escritorio/comedor. Le dio un mordisco al chocolate que tenía encima y marcó con lapicero azul una de las tantas facturas que había estado ingresando al Excel toda la tarde. Samanta abrió la puerta y miro desconcertada un momento a Amanda. –¿Ya son las 6? –preguntó preocupada. –Hola para ti también –le contestó Amanda mientras entraba al departamento. El lugar no estaba sucio exactamente, pero era un pequeño caos. Se notaba que todo estaba fuera de su sitio como si hubiesen entrado a robar o alguien hubiese estado buscando cosas con desesperación. –Perdona se me hizo tarde –se disculpó Samanta intentando acomodar un par de cosas en el camino. –Ya, puedo notarlo…. ¿Te estás mudando? –preguntó con evidente diversión Amanda. –Ja… Y no… –Samanta volvió a sentarse en su comedor mientras volvía a enfocarse en las facturas que tenía enfrente –Tengo que ingresar hoy las compras que hice para la empresa con mi dinero o no me lo van a devolver hasta el mes qu