Ir al contenido principal

La mejor alumna (Parte 4)

La clase parecía no terminar nunca. En un intento de recuperar su estatus de buena alumna, Mercedes se había sentado adelante e intentaba simular que prestaba atención pasando la vista por la lista de bibliografía que tenía frente a ella. La silla de madera dura, sumado a que la clase duraba casi dos horas, le recordaba su charla con Amelia del día anterior.

Faltar una semana no era aceptable para las expectativas de esta clase y lo sabía, aunque a veces parecía olvidarlo. No quería ni pensar en enfrentar a la profesora y mucho menos darle la nota. Pero la relación con Amelia le había cambiado la vida. Así que, intentando no pensarlo mucho y con las mejillas rojas, entregó el papel.

Isabel Mujica lo leyó y no pudo evitar sonreír, Amelia podía ser cruelmente graciosa cuando se lo proponía.

—Espero que hayas aprendido la lección, porque no pienso dejarte pasar ninguna más. Ni una clase, ni una entrega, ni una tardanza —agregó con total seriedad guardando la nota.

—Sí, profesora —Mercedes visiblemente avergonzada salió del aula. Tenía que correr, pasar por la biblioteca y de ahí a su casa. Y recuperar las lecturas atrasadas. Prioridades, pensó. Pero cuando llegó al departamento sus amigas ya estaban planeando la típica reunión de día de semana. Algunos chicos conocidos ya conversaban en el sofá.

Mercedes intentó encerrarse en su cuarto. Si no terminaba de leer los textos para el día siguiente podría estar en problemas. Como la música no dejaba de distraerla decidió salir del dormitorio un rato. Charlar solo unos minutos no iba a cambiar nada y de todas maneras no podía concentrarse. Después podría irse a la casa de su prima, aunque su prima vivía lejos, y tenía 3 hijos.

Pronto Mercedes, a pesar de sus buenas intenciones, tomó una cerveza, y después otra más. Esas “reuniones”, pensó, era lo que más consistentemente se manifestaba en la estructura de su vida. Podemos establecer rituales, después de todo. A la cuarta cerveza la sala se había transformado en un intenso debate filosófico. No paraban de reírse y eso, al menos, le hacía bien anímicamente.

Compartía el departamento con dos chicas, Eliana y Vero. Y se llevaban muy bien, más que bien, aunque a veces era un verdadero caos. Vero trabajaba solo los fines de semana y Eliana no hacía nada. Estudiaba supuestamente en un conocido instituto de marketing, o eso era lo que decía porque nunca supieron que asistiera a una clase. Mercedes, por otra parte, realmente lo intentaba. Sentía la presión de ser la que menos recursos tenía y no tener margen de error.

Siendo honestos, era una alumna excelente, pero dependía totalmente de una beca que estuvo a punto de perder varias veces, cada vez que recordaba que era un espíritu libre. Demasiado libre. Pero era una buena chica, y tenía muchos amigos.

Lo cierto es que los vecinos no estaban tan felices con las chicas, ni con las fiestitas. Y ahí estaban de nuevo golpeando la puerta a las dos de la mañana. A todos dentro del departamento les pareció factible y nada ridículo bajar la música y esperar a que se fueran. Hasta que de pronto Mercedes escuchó una voz conocida.

—Mercedes, abre la puerta.

Y le corrió un escalofrío por el cuerpo.

Cuando abrió estaba Amelia con el vecino de arriba, ambos visiblemente molestos. La vergüenza le tiñó las orejas. No sabía qué temía más, que Amelia la regañara delante de todos o que viera el caos.  

Amelia, mientras tanto, estaba intentado procesar lo que estaba pasando.

—Ya veo por qué no respondes los mensajes.

—Lo siento Amelia, te juro que no me iba a quedar hoy hasta tan tarde, es que…

—Ya vamos a hablar —y dirigiéndose al vecino —no se preocupe, yo me encargo.

El vecino se fue francamente enojado murmurando frases sobre llamar a la policía. Amelia, apelando a su oficio, asumió su expresión más seria.

—La fiesta terminó, chicos. Se pueden retirar.

Todos comenzaron a moverse hacia la puerta. Mercedes rogaba que Amelia no dijera nada más, que terminaran la conversación en su casa el día siguiente.

—Por favor, hablemos mañana. Te prometo que no vamos a seguir, nos vamos a dormir ahora. Y vamos a limpiar todo.

—Por supuesto que no van a seguir.

Amelia no tenía intenciones de moverse. Vero se puso de pie. Tenía una idea de la relación de Mercedes con Amelia, pero no conocía los detalles ni deseaba conocerlos. Eliana, que estaba sospechosamente callada, cayó de rodillas y vomitó el suelo. Los demás invitados interpretaron esto como una señal para terminar de irse y aceleraron el paso. Entonces se hizo un profundo silencio.   

Amelia llevó a Eliana al baño, evadiendo el desorden, y la ayudó a lavarse la cara. Luego la dejó en su dormitorio.  Cuando volvió a la sala la tensión podía cortarse con un cuchillo.

—Veo que no tienes ninguna intención de tomarte esto en serio —la decepción en su voz era notable.

—No es cierto, lo tomo muy en serio. Te juro que iba a levantarme mañana.

—Confié en ti, Mercedes. Le di mi palabra a Mujica. No puedo creer tu nivel de irresponsabilidad — y señalando el desorden —¿Todos los días hacen esto?

—No…

Vero interrumpió a Mercedes.

—No todos los días y en todo caso es nuestro problema.

Las miradas se encontraron, Amelia sonrió, pero con una sonrisa fría, glacial. No estaba de humor para discutir.

—Verónica, ¿no?

—Sí.

—¿Terminaste?

—Sí.

—Ve a tu habitación, por favor. Necesito hablar con tu amiga.

No se lo esperaba y se notó en su expresión de sorpresa. ¿Cómo se atrevía esta mujer a mandarla a dormir en su propia casa? Tenía ganas de responderle, pero el gesto de desesperación en los ojos de Mercedes la frenaron. Sin decir una palabra, se metió en su cuarto y expresó su desacuerdo con un portazo.

—Mercedes, ve a la cocina y tráeme una cuchara de madera. Vamos a aclarar las cosas de una vez. 

Otros relatos de esta serie:
La mejor alumna (Parte 1)
La mejor alumna (Parte 2)
La mejor alumna (Parte 3)
La mejor alumna (Parte 5)

Comentarios

  1. 🙈🙈🙈!!! Primero, me encantan los personajes que estás creando, sus interacciones y la historia. Pobre Mercedes! (Aunque se lo buscará a pulso) y segundo... debería ser un crímen dejar así el capitulo! Jajaja

    ResponderEliminar
  2. Sería más sencillo si se llevara a su casa a Mercedes, con todos los libros; cucharas de madera seguro que las tiene allí 😀

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Repitiendo errores...

Después del intenso castigo del lunes, pensaba que podría descansar… pero no. El martes tuve que ayudar a mi sobrina con su evento de primavera y, claro, me puse a hacer un sombrero de manualidades. Todo muy inocente, ¿verdad? Solo quería que quedara lindo. “Sí, inocente… hasta que alguien se da cuenta de que no estoy estudiando” , pensé mientras recortaba papel y pegaba brillantina. El problema fue que, creyendo que no había hecho nada malo, le envié la foto del sombrero a Rebe. Sí… a Rebe. Y su respuesta no fue un lindo “¡Uy, te quedó hermoso!” que esperaba. Lo tomó como una falta de sentido común, de obediencia, y una prueba de que no estaba cumpliendo con lo que me había dicho: estudiar para mi examen del miércoles. “Ups… creo que me voy a arrepentir de esto” , me dije, pero ya era demasiado tarde. Cuando llegó el miércoles, pasó lo inevitable: suspendí el examen. Y eso a Rebe solo le hizo darse cuenta de que el castigo del lunes había sido demasiado blando. —¿Cuándo puedes ir a lo...

¿Un cambio de chip? Un cambio de nalgas....

Era una linda tarde cuando me llegó un mensaje que a toda spankee le gustaba recibir: —Estás castigada. Sí, admítelo, amabas ese mensaje, ¿no? Enseguida agregó que no podía jugar videojuegos y que debía irme a la cama a las 23:30 hasta la semana siguiente; además, la idea era que aprovechara para descansar porque estaba resfriada y para estudiar la cantidad de cosas que tenía por entregar en las próximas semanas: trabajos, presentaciones, exámenes, etc. Como si una no tuviera nada mejor que hacer con su vida, ¿no? ¿¡Cuándo dormía la siesta?! Nada, me calmé, pensé en matemáticas, reflexioné, puse mi corazón sobre la mesa y escribí: —Está bien, no diré nada porque sé que me lo merezco —dije, orgullosa de mí misma. —¿Qué quieres decir? ¿Las otras veces no te lo merecías? —espetó Rebe como un balde de agua fría. Una queriendo mostrarse arrepentida y buena, y esas señoras te salían con esto… Insólito. Pero se preguntarán qué había hecho para estar castigada… bueno, les cuento. La historia c...

Mily y Aly cap2: "Después de la calma, llegó la tormenta"

 Finalmente, habían acabado mis cinco días de tortura con esa dichosa dieta, y mi amiga vigilando que la siguiera al pie de la letra. Por fin, decidió ser buena conmigo y me compensaría con una noche de pelis y palomitas. Ya tenía todo listo en casa para su visita, excepto la cena (odio cocinar). Pediría una pizza para ella (ama la pizza), y yo comería una hamburguesa. Sonó el timbre; pensé que era la comida, pero era mi amiga. Le di la bienvenida, y justo detrás de ella llegó la comida que había pedido. Le pagué al repartidor, y Mily ya se encontraba sentada en el sofá, frente al televisor. Me miró con cara de pocos amigos. Mily: ¿Pizza? ¿Es en serio? Aly: Es para ti, sabes que no me gusta casi la pizza. Esta de aquí sí es para mí. (Le mostré la caja con la hamburguesa y las papitas y dejé todo en la mesa que estaba frente al sofá). Mily: Muy graciosa, Aly. Te acabas de recuperar y ya estás con eso de nuevo. Pero ni creas que te voy a permitir que comas esas cosas. Aly: Qué delica...